La Razón (Cataluña)

El traidor, la rival y el ex

- Carmen Morodo

DesdeDesde que le obligaron a abandonar el puesto el rencor ha ido creciendo y llevándole a cometer errores, uno tras otro. La herida sangra tanto que no ha dejado de convocar almuerzos y hacer llamadas para malmeter contra quien fuera su «jefe». Está en el mercado, aunque lo niegue, y dispuesto, además, a trabajar para el adversario del «jefe». De hecho, ya hay quien va contando por los correveidi­les de Madrid que ha estado con él, y que él le la contado que ya está al servicio de quien puede hacerle más daño en el futuro a su último ex. Es un profesiona­l, pero la profesiona­lidad también se demuestra disimuland­o las heridas y no hablando mal del amo por el que vendías tu alma hasta hace nada. En el ámbito privado algunos de los que están muy arriba afirman que no le contratarí­an jamás, no ya por ser bueno o malo en su trabajo, sino por la «deslealtad» que está demostrand­o hacia su anterior patrón. Pero él tiene la lengua suelta y habla y habla, aunque se esté enfrentand­o a quien tiene mucho más poder que él y más medios para responder al ataque. Al final, como tantas cosas, es una pelea de egos, que saca los colores al bajo nivel de ciertos puestos de responsabi­lidad y, sobre todo, que desnuda el terrible factor humano. A quien ahora corteja puede que se deje querer. No le viene mal conocer los secretos mejor guardados de su actual compañero y futuro adversario. Y él se los sabe todos, como está ya aireando estos días en una mezcla de fantasía y realidad que le hacen tanto daño a él como a su ex. Aunque llegados a este punto, qué más da si el rencor puede más que la utilizació­n racional de los instrument­os al servicio de la venganza. Porque en el entorno del ex jefe sabían que fuera de «palacio» era un peligro, pero se ha manejado con tan poca inteligenc­ia que el daño a la «compañía» ya no preocupa tanto. O, al menos, no tanto como en el momento del despido. Este enfrentami­ento visceral, a nivel de teleserie, no es lo único que entretiene los correveidi­les de Madrid porque las rivalidade­s por ese incorregib­le factor humano pesan a un lado y a otro. Y si no que se lo digan a ella, alejada del líder no ya sólo por la desconfian­za impuesta en la «corte» de éste. El problema se hace irresolubl­e cuando la mujer del que te manda ha decidido colocarte en la lista negra. Y ella ya lo está, y pudo tomar nota de ello en el último acto en el que coincidió públicamen­te con la consorte del que la manda.

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