La Razón (Cataluña)

Gronowkis, el niño que no llegó a Auschwitz

Un supervivie­nte del holocausto cumple 90 años protagoniz­ando una ópera sobre su vida

- Mirentxu Arroqui

SimonSimon Gronowkis ha cumplido 90 años y tiene mucho que celebrar porque haber llegado a esta edad ha sido una sucesión de milagros, como él mismo ha reconocido en varias entrevista­s. Con tan sólo 11 años, este belga saltó del tren que le llevaba a una muerte casi segura: el campo de concentrac­ión de Auschwitz. Viajaba junto a otros judíos en el conocido como vigésimo convoy, en el único tren del que pudieron escapar algunos pasajeros y zafarse del exterminio nazi. Burlar al horror.

El pasado domingo, Gronowkis pudo protagoniz­ar una ópera basada en su historia. Muy cerca de él se sentaba Koeraar Tinel, un escultor flamenco cuyo padre fue un ardiente defensor de Hitler y uno de sus hermanos uno de los carceleros carceleros del campo de concentrac­ión de Malinas, donde Gronowkis fue retenido junto a su madre y su hermana. Los dos se han convertido en íntimos amigos. Incluso llegó a conocer a su carcelero quien justo antes de su muerte en 2014, acabó pidiéndole perdón.

Fue gracias a la acción valiente de miembros de la Resistenci­a belga como el pequeño logró salvar su vida. Porque en las tragedias siempre hay héroes: tres jóvenes llamados Youra Licshitz, Jean Franklemon y Robert Maistrau. Al conocer el itinerario del ferrocarri­l, consiguier­on engañar al conductor al acercar a las vías una linterna para que pareciera un semáforo en rojo. Esta súbita parada fue aprovechad­a por los tres para abrir uno de los vagones cerca de Boormerbee­k, donde el pasado domingo se repreto, sentó la ópera. El pequeño Simon oyó que su madre le ordenaba que saltara y logró salvar su vida, aunque su progenitor­a, Ghana, no pudo hacerlo ya que los guardias nazis empezaron a disparar y tuvo que permanecer en el tren. Su madre y su hermana fueron exterminad­as en Auschwitz y su padre, aunque acabó reencontrá­ndose con su hijo, murió preso de la desesperac­ión. Tras escapar del tren y atravesar el bosque, Gronowkis consiguió que un gendarme belga le escondiera en su casa sin delatarlo y después una sucesión de familias católicas le protegiero­n de la Gestapo. A pesar de la tragedia, la vida de Gronowkis transcurri­ó con normalidad durante la época adulta. Estudió Derecho y formó su propia familia y, como muchos otros supervivie­ntes del Holocausse Holocausse sumergió en el silencio que suele suceder al horror. No fue hasta que alcanzó la tercera edad cuando comenzó a contar su historia. Precisamen­te en una de estas conferenci­as es cuando comenzó su amistad con Tinel. Hace siete años, el compositor Howard Moody decidió componer una ópera, conmovido ante el hecho de una joven madre que ordenó a su hijo saltar del vagón para que salvara su vida mientras ella se veía abocada a la muerte.

Gronowkis es un amante de la música. Dice que aprendió a tocar el piano en homenaje a su hermana muerta, una gran melómana. Reconoce que su vida no ha sido fácil, pero que nunca ha cedido a la tentación del rencor. «Nunca he sentido odio, porque el odio, para mí, es una enfermedad».

«Nunca ha cedido a la tentación del rencor. «No he sentido odio, porque, para mí, es una enfermedad»

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REUTERS Simon Gronowkis, de 90 años, ha visto cómo su historia ha sido convertida en ópera

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