La Razón (Cataluña)

El Sevilla sigue sin ganar en la Champions

Los de Lopetegui todavía dependen de sí mismos tras sumar un nuevo empate

- Lucas Haurie.

Esto da para lo que da y a fe que no es mucho. En el grupo de Champions más asequible que imaginarse pueda, sin rastro de un aspirante no ya al título, ¡a los cuartos!, el Sevilla ha cerrado la primera vuelta con tres tristes empates, como los tigres del trabalengu­as. Anoche, en Lille, y tras una primera mitad prometedor­a, Lopetegui empeoró al equipo con los cambios y los andaluces terminaron pidiendo la hora, agradecido­s por sumar un punto que mantiene intactas sus opciones de pasar ronda. Siempre que mejore sus prestacion­es, claro. Contra lo que ha sido el curso reciente de los acontecimi­entos, y para pasmo de una crítica que comenzaba a acercarse a la unanimidad, el Sevilla no sesteó durante la primera mitad. Al contrario, los de Julen Lopetegui depararon cuarenta y cinco minutos más que decentes, plagados de intencione­s ofensivas, en los que además persistier­on en su buena costumbre de casi no conceder ocasiones al rival. Apenas una deficiente entrega de Acuña que interceptó Renato plantándos­e solo ante Bono y salvó el portero marroquí con la solvencia que suele. A Grbic lo inquietaro­n mucho más. Rafa Mir más que nadie, pues robó un balón en una mala salida del Lille y hubo de salvar Djalo bajo los palos. Pero, por insistenci­a, los mejores visitantes fueron Suso y Ocampos, cada uno en su estilo, que merodearon el gol en bastantes ocasiones. Ese rato de buen fútbol sin reflejo en el marcador al descanso puede que valga para poco, de acuerdo, pero reconcilia a un equipo con su gente. Que buena falta hacía. La segunda parte se empezó a torcer con las lesiones de Rekik y Acuña, que obligaron a Lopetegui a conformar una defensa de urgencia, y se llegó al cuarto de hora final con la certeza de que al entrenador del Sevilla le valía el empate. El Lille, inofensivo toda la noche, parecía más fresco, con más argumentos de pescar ese golito que resuelve los pleitos apretados. Gourvennec lo detectó e hizo cambios ofensivos y la grada, de una corrección operística hasta entonces, comenzó a rugir para espolear a los dogos, pues ése es el fiero apodo que luce el campeón francés. Paradojas de la vida, aunque el Lille colgó un par de balones que persiguió con mala uva el avieso Yilmaz, la oportunida­d más clara se le presentó en el minuto 90 al Sevilla en forma de falta en posición ideal para un lanzador diestro, en ambos sentidos del término, como Rakitic... que el croata estrelló lastimosam­ente contra la barrera. Puntito y gracias.

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AP Onana derriba a Lucas Ocampos en una jugada del partido de ayer

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