La Razón (Cataluña)

¡Bravo por el porterazo!

► El guardameta chileno del Betis evita la derrota de su equipo frente al Bayer Leverkusen en un gran partido

- Lucas Haurie.

Partidazo. Pongamos la palabra más definitori­a de la cosa para encabezar el texto y así se ahorra leer el resto quien tenga prisa por pasar la página. El Betis y el Bayer Leverkusen se jugarán el liderato de su grupo, que no es cosa baladí porque ahorra una eliminator­ia de dieciseisa­vos, en el doble enfrentami­ento de la tercera y cuarta jornadas. De momento, tablas en el Villamarín gracias a la enorme actuación de Claudio Bravo, veterano portero que arrancó la tarde con un paradón a Adli a los treinta segundos y la terminó con otra intervenci­ón providenci­al ante Schick en la última acción del encuentro, minuto 95. En medio, se vivió un duelo de banquillos plenos de ambición entre el novel Gerardo Seoane y el laureado Manuel Pellegrini. Los dos contendien­tes se lanzaron sin miramiento­s a por el triunfo y practicaro­n un fútbol atractivo, atrevido, abierto: la triple A en los estándares de la calificaci­ón balompédic­a. Es justo reseñar que los alemanes fueron mejores, incluso bastante mejores, pero los locales no se limitaron a ponerle el pecho a las balas, sino que apretaron en cuanto se lo permitió el rival hasta adelantars­e en el marcador cerca del final y rozar, por tanto, la victoria. Lo peor fueron los goles, a despecho del tópico que los define como «la salsa del fútbol». Una salsa aceitosa, en todo caso, como de churrería en barraca de feria. Borja Iglesias transformó el penalti, accidental y claro, que regaló Frimpong al pifiar un despeje sencillo de un balón que no iba a ningún sitio. Poco después, William Carvalho rechazó flojo y al centro, justo como NO mandan los cánones, un centro lateral y desvió acto seguido el disparo de Andrich, tan poco peligroso que se iba fuera. Esas dos acciones, preñadas de infortunio para sus protagonis­tas en defensa, transcurri­eron en el breve lapso de siete minutos, segurament­e los más feos de la sesión vespertina en el coliseo del barrio de Heliópolis. Porque el encuentro estuvo preñado de acciones meritorias desde que Moussa Diaby, un diablo por la izquierda, arrancó por su carril tras el saque de centro inicial y sirvió el pase de la muerte a Adli, que se topó con la respuesta genial de Bravo. Golpeó el poste poco después Alario y volvió a plantarse Diaby en la esquina del área chica sin encontrar a ningún compañero desmarcado a quien darle el pase de la muerte. Alrededor de la media hora, despertó el Betis de la mano de Borja Iglesias, afilado en una pared con Fekir a quien Tah negó el gol con un «tackle» de libro y también con un disparo que rechazó mal Hradecki sin que Ruibal, a puerta vacía, acertase a remachar. También en la segunda parte, con Lainez hecho un brazo de mar en los primeros minutos del curso, se mostraba más amenazante el Betis, que se adelantó en una jugada tonta y concedió en el empate de manera más tonta todavía. Seoane había ido plagando el césped de titulares y disponía en el tramo final de un auténtico equipazo que generó dos acciones de gol clarísimas en el descuento, ambas conjuradas por Bravo: un zurdazo de Bakker que sacó junto al palo derecho; y una irrupción por el centro de Schick que salvó con la rodilla en la que fue última jugada del encuentro.

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EUROPA PRESS Claudio Bravo fue el gran protagonis­ta del partido de ayer en el Villamarín

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