La Razón (Cataluña)

Una patada que vale un escaño

«En este caso se mezclan los intereses partidista­s en una situación incómoda para el PSOE»

- Francisco Marhuenda

EsEs curioso que la izquierda política y mediática reste importanci­a a que el diputado podemita Alberto Rodríguez haya sido condenado, por sentencia firme del Supremo, por haber dado una patada a un policía en 2014. Es un tema menor y cabe suponer que no le importaría sufrir una agresión similar. Por lo visto, era solo un desahogo sin importanci­a, porque los antisistem­a se consideran por encima de la ley y los tribunales. No es una insensatez que se tenga que cumplir la sentencia y que, por tanto, pierda la condición de diputado. Al margen de ello, es un desdoro para esta Cámara, que representa a la soberanía nacional, contar entre sus filas a alguien que no respeta la autoridad. No existía ninguna razón que pudiera justificar la agresión contra un funcionari­o público que cumplía con su deber. No me sorprende que algún letrado de las Cortes avalara que mantuviera el escaño, porque en Derecho se pueden hacer las interpreta­ciones más estrafalar­ias para complacer al cliente, que en este caso es la coalición socialista comunista. Es bueno ponderar la prudencia de los funcionari­os que están sometidos a los caprichos y arbitrarie­dades de los políticos. A nadie le gusta sufrir sus iras y supongo que habrá letrados de izquierdas, es triste tener que poner etiquetas, dispuestos a elaborar un dictamen que complazca a quien lo encarga. A los ojos del poder, el autor merecerá una justa recompensa. No dudo, además, de que estará bien elaborado y no caerá en el ridículo. Hay muchos casos, casi infinitos, en los existen interpreta­ciones y matices, porque los juristas viven, precisamen­te, de ello. En materias penales, la claridad no impide que se busquen salidas imaginativ­as incluso cuando las cuestiones están muy claras. En una perspectiv­a extrema, nada que ver con este polémico diputado, vemos como criminales atroces tienen derecho a la defensa y los abogados la ejercen, con mayor o menor dignidad, a pesar de su repugnanci­a. En este caso se mezclan los intereses partidista­s en una situación incómoda para el PSOE que tiene que rescatar a su socio de coalición. Lo más sorprenden­te ha sido leer los argumentos de leguleyos de los que han acudido al rescate, para justificar que siga siendo diputado alguien indigno de ostentar esta condición, tras ser condenado por un comportami­ento violento.

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