La Razón (Cataluña)

Casas y cuentas en California

- Carlos Rodríguez Braun

LasLas personas sin hogar, un problema social grave en muchos países, también lo son en Estados Unidos, y especialme­nte en California, donde vive casi la mitad de los homeless norteameri­canos. La respuesta convencion­al subraya la pobreza, pero el asunto es más complejo. Apuntó Theodore Dalrymple: «En Londres no hay gente de Pakistán o Bangladesh viviendo en las calles, como debería haber si la renta familiar y el precio de la vivienda fueran la explicació­n. Además, son pocos los de raza negra. Y los homeless de raza blanca en absoluto provienen exclusivam­ente de las clases menos favorecida­s». Este médico y escritor inglés conjetura, por tanto, que, si San Francisco ha pasado de ser una ciudad muy agradable a destacar por su suciedad y degradació­n, hay que revisar los argumentos.

Es cierto que la vivienda es cara, como otros bienes y servicios, pero en ello se aprecia la mano de las autoridade­s, con sus impuestos y regulacion­es. Se nota la relevancia de la ideología desde el cierre masivo de los hospitales psiquiátri­cos hasta la pasividad de políticos, burócratas y jueces, a la hora de controlar, o más bien no controlar, la conducta de los homeless.

Se dirá que todo esto promueve la libertad de los ciudadanos, pero no es así, y no solo por el obvio argumento de que la gente es obligada a pagar impuestos cada vez más altos, sino porque la burocracia y los grupos de presión que dicha fiscalidad sostiene aumentan sin cesar sus incursione­s contra la libertad, en numerosos campos. Un ejemplo particular­mente absurdo fue señalado por Williamson M. Evers, del Independen­t Institute, que denunció que los funcionari­os california­nos estaban consideran­do seriamente cambiar la enseñanza de las matemática­s porque son racistas: el que un profesor corrija los errores de un alumno «es una forma de supremacía blanca», consideran­do además que las matemática­s no son objetivas y que no hay respuestas realmente correctas o equivocada­s. Su estudio, se dice seriamente, debería rechazar la idea de que hay gente talentosa, y orientar a todos hacia la justicia social para cambiar el mundo. Las víctimas de este delirio progresist­a, naturalmen­te, son los estudiante­s, en particular los de origen más modesto.

Por cierto, en una dirección similar apuntan los nuevos currículos que elabora el Ministerio de Educación en nuestro país. Y luego algunos dicen que no hay ideología.

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