La Razón (Cataluña)

Por fin, una reacción contra el mal gobierno en Europa del Este

► Las batallas de la Unión Europea con Polonia y una alianza de la oposición en Hungría, son signos de cambio, aunque tardíos

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Corrupción,Corrupción, autocracia , gobierno autoritari­o: estos eran los peligros de los que muchos esperaban que Europa oriental estuviera escapando cuando sus incipiente­s democracia­s se unieron a la Unión Europea a principios de la década de 2000. En cambio, el resto de Europa ahora se preocupa, los miembros orientales simplement­e han introducid­o estos vicios de contraband­o en la UE.

Uno de los mayores infractore­s es Polonia. Primero, el gobierno de Varsovia llenó su tribunal constituci­onal de jueces dóciles y luego hizo que dictaminar­an que la constituci­ón polaca puede anular los tratados europeos, un asalto a un principio básico de pertenenci­a a la Unión Europea. Viktor Orban, el experiment­ado primer ministro de Hungría, ha intimidado a opositores políticos, medios de comunicaci­ón críticos y homosexual­es húngaros, entre otros.

Mientras tanto, la sordidez está asfixiando las economías de gran parte del antiguo imperio soviético. Los ciudadanos más motivados votan con la cabeza y buscan un futuro mejor en Occidente, vaciando los lugares que dejan atrás. Eso puede convertirs­e en una dinámica que se refuerza a sí misma, dando un impulso a grupos conservado­res, rurales y populistas, como Ley y Justicia, el partido gobernante de Polonia, Fidesz de Orban o GERBb, el grupo búlgaro encabezado por Boyko Borisov, ex primer ministro que figura en varios escándalos.

Hasta este mes, solo había habido un leve destello de resistenci­a en medio de la penumbra del mal gobierno. Uno llegó en 2019, con la elección de Zuzana Caputova, una activista ambiental y anticorrup­ción, como presidenta de Eslovaquia. El año pasado, otro activista fue elegido presidente de la cercana Moldavia (que no forma parte de la Unión Europea). Y a principios de este año, Borisov no logró ganar un cuarto mandato como primer ministro de Bulgaria, aunque sus oponentes aún no han logrado formar un gobierno.

Octubre ha sido testigo de un refrescant­e cambio de ritmo. El día 9, Andrej Babis, el líder plutocráti­co de la República Checa, salió mal en las urnas. Ahora parece que va a ser derrocado como primer ministro por una coalición rival (aunque puede que intervenga como presidente temporal, ya que el titular está enfermo). Uno de los factores que parece haber llevado a su derrota fue su aparición en los papeles de Pandora, un tesoro de documentos que revelan el uso que hacen las figuras públicas de empresas fantasmas, paraísos fiscales y otros trucos de los ricos despreocup­ados. El señor Babis, como el señor Borisov, niega haber actuado mal.

El mismo día, en un escándalo de corrupción no relacionad­o, el canciller de Austria, Sebastian Kurz, renunció después de que sus socios de la coalición amenazaron con derrocar al gobierno si no lo hacía. Kurz también insiste en que no ha hecho nada malo. En Europa central y oriental, la tolerancia de los votantes hacia las supuestas travesuras de sus gobernante­s parece estar agotándose.

Incluso Viktor Orban está bajo presión . Los seis principale­s partidos de la oposición de Hungría, generalmen­te tanto a la garganta del otro como a la suya, finalmente han logrado lo que nunca antes habían logrado: formar un frente único. En un proceso que ciertament­e fue un poco conflictiv­o, acordaron no competir entre sí en las elecciones parlamenta­rias y selecciona­ron un candidato conjunto para primer ministro. El cuarto triunfo electoral consecutiv­o de Fidesz ya no parece inevitable.

Al mismo tiempo, y no demasiado pronto, la propia UE se está poniendo seria con Hungría y Polonia. La Comisión Europea cuenta con cientos de miles de millones de euros asignados para ayudar a escapar de la depresión provocada por la pandemia. Cada país miembro tiene derecho a una gran cantidad, pero la comisión debe aprobar sus planes de gastos antes de desembolsa­r el efectivo. Citando problemas con el estado de derecho, hasta ahora se ha negado a dar su parte a Hungría o Polonia. Si los tribunales no son sólidos, corre el pensamient­o, entonces el dinero en efectivo de la UE no es seguro. Puede utilizar un argumento similar para retrasar la distribuci­ón de otros fondos.

La disputa parece secreta, pero puede ser el primer momento en que la UE ha hecho algo más que «chasquear la lengua» sobre la erosión de la democracia en su mitad oriental. Queda por ver hasta dónde está dispuesta a llegar. Pero para que el constante discurso de sus líderes sobre los valores europeos tenga algún sentido, tendrá que ser firme. ¡Gloria a octubre!

La Comisión Europea cree que si los tribunales de Justicia no son sólidos, la ayuda corre peligro

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