La Razón (Cataluña)

Porcioles: el alcalde de Franco en Barcelona ensalzado por Pujol y Maragall

► Dirigió la capital catalana entre 1957 y 1973 y su gestión tuvo luces y sombras

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El urbanismo y la inmigració­n son las carpetas más polémicas de su gestión

Josep Maria de Porcioles difícilmen­te tendrá nunca una calle en Barcelona por ser el hombre del franquismo en la capital catalana durante 16 años, pero su paso como alcalde de la ciudad tampoco puede dejar indiferent­e a nadie como atestiguan los halagos que recibió de figuras de primer nivel como Jordi Pujol o Pasqual Maragall. Porcioles manejó la ciudad entre 1957 y 1973, donde tuvo una trayectori­a con luces y sombras y donde llegó por sus relaciones con ministros de Franco gracias a su escalada en el régimen como notario (dirigió la Dirección General de Registros y Notariado). Nacido en Amer (Girona) en 1904, se exilió durante la Guerra Civil por sus posiciones afines al catalanism­o (a la Lliga Regionalis­ta de Francesc Cambó) y falleció en 1993.

En «Josep Maria de Porcioles. Biografia de una vida singular» (Editorial Base), obra bien documentad­a y publicada por el doctor en Historia Josep Lluís Martín, se repasa la trayectori­a vital del exalcalde de Barcelona. Aunque nunca se supo quién sugirió al dictador su nombre pese a que se ha especulado a lo largo de los años con Carrero Blanco y Laureano López Rodó, el propio Porcioles reconoció en una entrevista que se había mostrado «sorprendid­o» por su nombramien­to y, de hecho, reconoció que no quiso aceptar el encargo porque se considerab­a más un «civilista» que un «hombre de acción política». El libro recoge la intenciona­lidad política que tiene la elección porque buscaba estrechar los lazos del régimen con la clase pudiente catalana.

Finalmente, el 15 de marzo de 1957 fue nombrado alcalde. Durante su primer discurso, ya dejó entrever sus recelos hacia la inmigració­n y puso el acento en las carencias en materia educativa (insuficien­cias de escuelas) y de asistencia médica. En este sentido, la inmigració­n y el urbanismo fueron las dos carpetas más polémicas en su gestión.

En cuanto a la inmigració­n, los problemas que demostró para su acogida quedaron reflejados en su cierta indiferenc­ia hacia el barraquism­o: Barcelona estaba poco preparada para absorber la avalancha de personas que llegaron entre 1950 y 1970 de otras partes de España que, sin una vivienda mínimament­e digna, tuvieron que amoldarse y vivir en barracas insalubres. Y Porcioles, lejos de poner soluciones (más allá de también permitir operacione­s inmobiliar­ias «inmorales» en busca de suelo barato o la construcci­ón de viviendas con deficienci­as), relativizó el problema y llegó a decir que nunca había sido un problema de «excepciona­l gravedad» porque nunca se habían superado las 20.000 barracas, aunque años más tarde, en sus memorias, corrigió esa postura.

Respecto al urbanismo, tomó decisiones controvert­idas que todavía hoy colean, como permitir la construcci­ón de viviendas en la calle Mallorca frente a la Sagrada Familia que puede obstaculiz­ar el crecimient­o de la basílica siguiendo la idea original de Gaudí. Tampoco se puede olvidar que arquitecto­s y funcionari­os municipale­s se lucraron con la corrupción que campaba en el consistori­o gracias, sobre todo, a la especulaci­ón inmobiliar­ia.

La primera gran decisión que tomó la dictadura para beneficiar económica y físicament­e a Barcelona con Porcioles al frente tuvo tres vertientes: la aprobación de la Carta Municipal; la cesión del cascultura­l tillo de Montjuïc (muy anhelado por los barcelones­es); y, la Compilació­n del Derecho Civil de Cataluña. Todas las decisiones se tomaron en un Consejo de Ministros celebrado en el Palacio de Pedralbes en 1960. «Las tres C fueron un golpe de prestigio para el alcalde, que a la vez consiguió para la ciudad y para Cataluña un conjunto de mejoras», señala el libro.

Pero no menos destacable­s fueron sus actuacione­s en el apartado ya que durante su mandato se crearon el Museu Picasso y la Fundació Joan Miró. «En su idea de engrandece­r Barcelona, Porcioles tenía muy claro que había que disponer de una importante oferta cultural que diera a conocer bien el nombre de la ciudad en el mundo», subraya el historiado­r Josep Lluís Martín.

Porcioles dejó la alcaldía en 1973, pero su retirada tampoco supuso que dejara de estar en contacto con figuras políticas de primer nivel. Así, por ejemplo, el propio Jordi Pujol, cuando era secretario general de CDC, le escribió una carta pidiéndole consejo jurídico sobre un proyecto para un futuro Estatuto de Autonomía. Además, el expresiden­t ensalzó a Porcioles: «Fue, en el buen sentido de la palabra, un visionario. Muchas de las obras que se han hecho en Barcelona empezaron a planearse en su época», afirmó tras su fallecimie­nto en 1993.

Tras asesorar a Pujol, también dio consejo al president Josep Tarradella­s, recienteme­nte regresado del exilio. Le realizó un informe en el que le decía que, con la legislació­n del momento (previa a la Constituci­ón de 1978), ya era posible un traspaso de las competenci­as de las cuatro diputacion­es catalanas a la Generalita­t.

También el propio Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona (1982 -1997), reivindica el legado de Porcioles. «Con la perspectiv­a actual, podemos decir que Porcioles puso las bases de la Barcelona futura y le inyectó una dosis de ambición y afán de modernidad que hoy todavía se mantiene», resumió.

 ?? ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA ?? Josep Maria de Porcioles, descubrien­do una placa dedicada a Picasso en Barcelona
ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA Josep Maria de Porcioles, descubrien­do una placa dedicada a Picasso en Barcelona

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