¿Debemos temer la vuelta de la inflación?
LaLa tasa de inflación interanual en septiembre de 2021 ha sido del 4%. Una cifra similar no se alcanzaba en la economía española desde los años de la burbuja inmobiliaria. La crisis financiera, la posterior recuperación y la subsiguiente crisis pandémica han supuesto una época de bajísima inflación en España y en la generalidad de los países de nuestro entorno. El envejecimiento de la población, el surgimiento de nuevas tecnologías, la digitalización y la consolidación de grandes empresas tecnológicas en el comercio y distribución de bienes son algunos de los factores esgrimidos frecuentemente para explicar este periodo de moderación de los precios. Además, los bancos centrales de las economías más desarrolladas han alcanzado en la última década elevados estándares en la gestión de la política monetaria, lo que se ha traducido en los bajos tipos que hemos disfrutado y en el anclaje de las expectativas de inflación de los agentes económicos en los reducidos niveles observados.
Las cosas, sin embargo, han cambiado considerablemente en los últimos meses. La subida de los precios comienza como un fenómeno asociado a restricciones de oferta. Los precios de la energía y de muchas materias primas empiezan su escalada con la vuelta a la normalidad de muchas economías que llevaban meses produciendo muy por debajo de su capacidad. A ello se suma el hecho de que, como consecuencia del cambio climático, muchos países están intentando reducir sus emisiones, lo que supone un cambio a fuentes de energía limpias, pero más caras. La parte de la inflación provocada por este fenómeno es «saludable» y ha venido para quedarse. Si los consumidores no internalizan que en la transición transición a una economía de cero emisiones la energía va a ser más cara, entonces estaremos lanzando un mensaje incorrecto para propiciar la necesaria adaptación al nuevo escenario. También los consumidores en su vuelta a la normalidad han presionado a los precios por el lado de la demanda. El ahorro embalsado ha generado un importante impulso al consumo en los últimos meses. Así, aparte del crecimiento de los precios de la energía, también otros ítems como el vestido y el calzado están sufriendo importantes subidas. La inflación subyacente se había mantenido moderada hasta el verano, pero ha repuntado fuerte en septiembre.
¿Qué daño puede hacer este resurgimiento de la inflación? Muchos analistas coinciden en que las restricciones de oferta y los cuellos de botella en las cadenas de suministro irán remitiendo a partir del primer trimestre de 2022. Si esto fuera así, es muy previsible que volvamos a un entorno de baja inflación. El riesgo está en que a corto plazo se genere una espiral de aumento de costes, precios y salarios que incremente apreciablemente las expectativas de inflación. El BCE se vería obligado a subir tipos de interés, lo que pondría un palo en la rueda de la recuperación y golpearía la sostenibilidad de las finanzas públicas por el incremento en los costes de la deuda. Un retorno de la inflación a niveles cercanos al 2% debería ser incluso deseable, ya que erosiona la ratio deuda pública sobre PIB.
En cualquier caso, si todos los agentes intentan trasladar una inflación, que puede ser coyuntural, a sus contratos, entonces podemos caer en esa nefasta espiral de costes, precios y salarios. La prudencia debería presidir la negociación colectiva.