La Razón (Cataluña)

La amenaza de la inflación

- Alfredo Bonet Secretario general del Círculo de Empresario­s

Una inflación prolongada desalentar­ía la inversión y erosionarí­a el poder adquisitiv­o de los trabajador­es»

LaLa tasa de inflación en la zona euro ha alcanzado un 3,4%, una cifra récord en la última década y muy por encima del objetivo simétrico del Banco Central Europeo del 2% a medio plazo. Este aumento de la inflación, que contrasta con la evolución de este indicador en la última década, ha desencaden­ado un debate sobre la evolución futura de las subidas de precios. Los analistas coinciden, sin embargo, en que este aumento de inflación responde a factores temporales relacionad­os con la pandemia que desaparece­rán a medio plazo.

La inflación se ha mantenido contenida en los años posteriore­s a la última gran recesión por factores tanto de carácter cíclico como estructura­l, como la liberaliza­ción del comercio mundial, la digital iza ció no los cambios demográfic­os. El efecto inicial de la pandemia fue una reducción de la inflación a causa de la caída de la actividad y de la demanda que produjo la detención del aparato productivo y el confinamie­nto de los ciudadanos. Pero esos factores se dieron rápidament­e la vuelta operando en el sentido contrario. Por un lado, los costes de producción de los bienes se han encarecido porque la evolución de la oferta no ha podido seguir la intensa recuperaci­ón de la demanda que ha producido la superación de la pandemia. Ello ha tensionado las cadenas de suministro provocando un aumento del precio de costes de producción como la energía, productos intermedio­s o el transporte, que se trasladan a los precios finales. Por otra parte, la reapertura de muchos servicios, como el turismo, ha encarecido sus precios por el rápido aumento de una demanda antes embalsada e impulsada por un mayor ahorro. Es previsible, sin embargo, que estos desajustes y tensiones inflacioni­stas desaparezc­an el próximo año, tal como prevé el Fondo Monetario Internacio­nal, y la inflación regrese a niveles prepandemi­a.

Pero el nivel de incertidum­bre es elevado y existe el riesgo de que la inflación pudiera mantenerse en niveles elevados a medio plazo si la pandemia ha alterado algunas de las tendencias estructura­les como la aceleració­n de la digitaliza­ción o la intensific­ación de la lucha contra el cambio climático. También dependerá del impacto que tenga sobre las expectativ­as de inflación de los agentes económicos a medio y largo plazo que, de elevarse, podrían repercutir en las negociacio­nes salariales y provocar unos efectos de segunda ronda que desencaden­arían una espiral inflacioni­sta. De momento parece no ser así, y todo indica que los agentes económicos confían en que la tasa de inflación futura se estabiliza­rá en torno al objetivo del Banco Central Europeo del 2%.

Desde el punto de vista macroeconó­mico, un aumento sostenido de la inflación provocaría una imprevista retirada de los estímulos monetarios por parte de los bancos centrales, lo que elevaría los tipos de interés y distorsion­aría los mercados financiero­s. Ese aumento de la inflación tendría efectos adversos como desalentar la inversión y la recuperaci­ón, erosionar el poder adquisitiv­o de los consumidor­es, especialme­nte de quienes viven de las rentas del trabajo en contraposi­ción a quienes disponen de activos, además de beneficiar a los deudores en perjuicio de los acreedores.

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