La amenaza de la inflación
Una inflación prolongada desalentaría la inversión y erosionaría el poder adquisitivo de los trabajadores»
LaLa tasa de inflación en la zona euro ha alcanzado un 3,4%, una cifra récord en la última década y muy por encima del objetivo simétrico del Banco Central Europeo del 2% a medio plazo. Este aumento de la inflación, que contrasta con la evolución de este indicador en la última década, ha desencadenado un debate sobre la evolución futura de las subidas de precios. Los analistas coinciden, sin embargo, en que este aumento de inflación responde a factores temporales relacionados con la pandemia que desaparecerán a medio plazo.
La inflación se ha mantenido contenida en los años posteriores a la última gran recesión por factores tanto de carácter cíclico como estructural, como la liberalización del comercio mundial, la digital iza ció no los cambios demográficos. El efecto inicial de la pandemia fue una reducción de la inflación a causa de la caída de la actividad y de la demanda que produjo la detención del aparato productivo y el confinamiento de los ciudadanos. Pero esos factores se dieron rápidamente la vuelta operando en el sentido contrario. Por un lado, los costes de producción de los bienes se han encarecido porque la evolución de la oferta no ha podido seguir la intensa recuperación de la demanda que ha producido la superación de la pandemia. Ello ha tensionado las cadenas de suministro provocando un aumento del precio de costes de producción como la energía, productos intermedios o el transporte, que se trasladan a los precios finales. Por otra parte, la reapertura de muchos servicios, como el turismo, ha encarecido sus precios por el rápido aumento de una demanda antes embalsada e impulsada por un mayor ahorro. Es previsible, sin embargo, que estos desajustes y tensiones inflacionistas desaparezcan el próximo año, tal como prevé el Fondo Monetario Internacional, y la inflación regrese a niveles prepandemia.
Pero el nivel de incertidumbre es elevado y existe el riesgo de que la inflación pudiera mantenerse en niveles elevados a medio plazo si la pandemia ha alterado algunas de las tendencias estructurales como la aceleración de la digitalización o la intensificación de la lucha contra el cambio climático. También dependerá del impacto que tenga sobre las expectativas de inflación de los agentes económicos a medio y largo plazo que, de elevarse, podrían repercutir en las negociaciones salariales y provocar unos efectos de segunda ronda que desencadenarían una espiral inflacionista. De momento parece no ser así, y todo indica que los agentes económicos confían en que la tasa de inflación futura se estabilizará en torno al objetivo del Banco Central Europeo del 2%.
Desde el punto de vista macroeconómico, un aumento sostenido de la inflación provocaría una imprevista retirada de los estímulos monetarios por parte de los bancos centrales, lo que elevaría los tipos de interés y distorsionaría los mercados financieros. Ese aumento de la inflación tendría efectos adversos como desalentar la inversión y la recuperación, erosionar el poder adquisitivo de los consumidores, especialmente de quienes viven de las rentas del trabajo en contraposición a quienes disponen de activos, además de beneficiar a los deudores en perjuicio de los acreedores.