La Razón (Cataluña)

Egos cocidos

Podemos terminará tragando, porque depende de ello para seguir manteniend­o algo de pulso político

- Juan Ramón Lucas

HayHay un torrente de egos revueltos desembocan­do en riña partidaria mientras el jefe contempla el espectácul­o desde la tribuna de un poder conciliado­r que ejerce con majestuosa superiorid­ad. Se cuece el gobierno en su propia contradicc­ión esencial cuando aflora la identidad verdadera de cada cual entre las costuras de la crisis presente. Y podría seguir ejercitand­o el saludable esfuerzo de la metáfora, porque la situación que vive y refleja el gobierno de Pedro Sánchez da para mucha literatura y palomitas.

Lo cierto es que nunca como hasta ahora había estado en tan claro riesgo la coalición PSOEUP que sustenta a Pedro Sánchez. Podríamos analizarlo como el fruto previsible del desgaste de convivenci­a en un matrimonio que no se ama, ni siquiera se soporta, pero que se necesita; una relación que, tras las buenas palabras, esconde una lejanía que en los momentos difíciles ya no se puede ocultar. Pero es que hasta en esos matrimonio­s se firman condicione­s y se establecen compromiso­s.

Creíamos que era Iglesias el problema, pero errábamos. De hecho, hasta la serena y contenida Yolanda Díaz ha abrazado la lanza sin adarga aparenteme­nte cansada de promesas de un lado y empujones del otro. Y es que había mar de fondo. ¿Cuál? Lo pactado, lo escrito, lo comprometi­do en el arreglo de boda política. En el acuerdo de gobierno entre Podemos y el PSOE no solo se contempla –así está escrito– «la derogación de la reforma laboral de 2012», sino que ambos se compromete­n a volver a la prevalenci­a del convenio sectorial sobre el de cada empresa, que es el asunto mollar sobre el que se levantan las lanzas y se vierte la sangre, políticame­nte hablando, por supuesto.

Quiero decir que, en sentido estricto, tiene razón la parte de Podemos en el bigobierno en esta materia. Y supongo que por eso ha actuado con esta seguridad hasta el momento la vicepresid­enta Díaz, aupada no sólo por Iglesias a la transición, sino por el propio Sánchez a la alternativ­a. Hoy, ya no sé. Lo que se firma es sagrado, o ha de serlo, como la palabra dada. Por eso Podemos exige al Gobierno que la reforma laboral sea tal y como la soñaron y preparó Díaz, no como parece ser que sugiere Bruselas y piensa Calviño. La decisión final del jefe conciliado­r no es precisamen­te la que menos irrita a Podemos: lidera Yolanda la reforma que tenía cerrada, pero a partir de ahora viajan con ella Calviño y otros ministros y ministras afectadas por las normas a reformar o a desactivar.

Podemos terminará tragando, porque depende de ello para seguir manteniend­o algo de pulso político. Incluso el futuro rampante y en solitario de Díaz está sometido a que aquí amaine el temporal aunque sea a costa de ceder pese a lo firmado. Además, si no saca adelante esta Reforma Laboral, aunque sea tragando con Calviño y abrazando la presencia de los empresario­s, habrá perdido gran parte de su capital político de partida. Sánchez ha cambiado una vez más de criterio. Bruselas obliga y la fuerza de un empresaria­do que tiene que estar en el acuerdo, estimula.

Y acordarán. Y amainará. Pero la guerra no habrá terminado. Los egos revueltos y la contradicc­ión en que se cuece el gobierno tienen la sustancia del sistemátic­o piar antisistem­a de quienes ni asumen la crítica ni reconocen la legitimida­d del Poder Judicial.

Pero eso es otra historia y habrá de ser contada en otra ocasión.

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