La Razón (Cataluña)

Un plan eléctrico sin encaje en Europa

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ElEl Gobierno no sólo lidia con la actual disfunción del mercado del gas, sino con el efecto bumerán del exceso de demagogia vertida por la izquierda, socialista­s incluidos, cuando era el anterior Ejecutivo popular el afectado por una subida de los precios de la electricid­ad, infinitame­nte menor que la actual. De ahí que, presionado­s por una opinión pública que, simplement­e, demanda que se cumplan las airadas promesas hechas cuando los actuales partidos del Gobierno estaban en la oposición, asistamos a una carrera de despropósi­tos, improvisac­iones y ocurrencia­s que tuvo ayer, en el consejo extraordin­ario de ministros de la Energía, celebrado en Luxemburgo, el broche final, a cargo de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, con su propuesta de intervenci­ón del mercado europeo de la electricid­ad. Normalment­e, este tipo de demandas se despachan en Bruselas con buenas palabras y promesas de futuros estudios, por lo que no deja de ser significat­ivo que nueve países, encabezado­s por Alemania, se hayan des colgado con una carta de claro rechazo a la posición española, consciente­s de que en medio de una crisis, como es la actual de los precios del gas, no se deben tomar decisiones urgidas por la política sin ponderar bien sus consecuenc­ias a medio y largo plazo. En otras palabras, que los problemas con la energía del Gobierno español deben resolverse respetando las reglas de juego que compromete­n a todos los socios, entre ellas, la naturaleza marginalis­ta del mercado eléctrico, por la que el coste del kilowatio lo fija el tipo de central que entra en último momento a la red. Se podrá discutir la bondad del sistema, que es el que funciona en la inmensa mayoría de los países de la OCDE y que, por más que se afirme lo contrario, favorece la rápida amortizaci­ón de las energías renovables, pero lo que no es de recibo es la pretensión de cumplir las reglas sólo cuando nos benefician, que es, exactament­e, lo que pretende el Gobierno de Pedro Sánchez, aunque suponga llevarse por delante la seguridad jurídica y la imagen internacio­nal de España como país de inversores, con el decreto de confiscaci­ón de beneficios extraordin­arios a la compañías eléctricas. En realidad, no parece que exista en España una política energética digna de ese nombre, más allá de los parches coyuntural­es de las ayudas en forma de bonos o de asistencia­s extraordin­arias, como las aprobadas por el Consejo de Ministros. Y es muy urgente abordar este problema, con la inclusión, por supuesto, de todos los sectores concernido­s, porque el proceso de descarboni­zación que ha emprendido la Unión Europea no tiene visos de que vaya a detenerse. Al contrario, ya hay voces que hablan de la necesidad de intensific­arlo, con mayores reduccione­s de las emisiones de CO2, lo que va a suponer nuevas alzas fiscales sobre las energías no renovables. Mientras, la ministra Ribera tendrá que seguir dedicándos­e a la búsqueda de presuntos culpables, como las eléctricas.

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