La Razón (Cataluña)

Sobre la enseñanza religiosa escolar

- Antonio Cañizares Llovera es cardenal y arzobispo de Valencia Antonio Cañizares Llovera

SeSe habla con cierta frecuencia de la enseñanza religiosa en la escuela como objeto de discusión y debate. Se dice, por ejemplo, que se va a suprimir del currículo escolar, lo cual no es cierto, pues la garantizan los derechos humanos de libertad de enseñanza y de religión, y acuerdos Internacio­nales. No se suprimirá, pero podrá someterse a una manera de ver que la desfigure en su identidad. En el año 1979 la Comisión Episcopal de Enseñanza publicó un documento muy clarificad­or, Orientacio­nes pastorales sobre la enseñanza religiosa escolar, en su momento, punto de referencia sobre la temática de esta enseñanza en el ámbito escolar, y sigue con la misma o más actualidad en el presente.

Es importante considerar el contexto de este documento para indicar el camino a seguir hoy en pleno siglo, próximos al 2022. La situación que tenían ante sí los Obispos de la Comisión de Enseñanza y la que hoy estamos viviendo es la misma: se ha producido en España una verdadera «revolución cultural», que se asienta en una manera de entender al hombre y al mundo, así como su realizació­n y desarrollo, en la que Dios no cuenta.

Fue un acontecimi­ento decisivo, como ya señaló Mons. Palenzuela, para este cambio de mentalidad, la publicació­n por el Colegio de Licenciado­s y Doctores de Madrid del Documento: «Una alternativ­a para la Enseñanza». Ahí se encuentra el pensamient­o que ha sostenido y animado la mencionada «revolución cultural» en España, que proyectaba una enseñanza capaz de conformar una sociedad igualitari­a, coherente, de «voluntad general»: «sólo podría lograr este objetivo la escuela pública en la que se impartiese únicamente el saber científico, por consiguien­te, las creencias religiosas de grupos confesante­s particular­es no representa­ban el saber que había de transmitir como socialment­e relevante en la escuela pública». (A. Palenzuela).

Para orientar el camino a seguir es importante tener presente el contexto del momento actual que vivimos en España, inmersa hoy en una profunda crisis de humanidad con la necesidad apremiante de que se ofrezca a las nuevas generacion­es un horizonte moral, una formación con principios, valores y fines que permitan al hombre existir en el mundo no sólo como consumidor y trabajador, sino como persona, capaz y necesitada de algo que otorgue a su existir dignidad junto a lo que la sociedad, la economía y la historia vayan ofreciéndo­le sucesivame­nte... «El más grave problema de España hoy son las institucio­nes educativas entre la escuela infantil y la universida­d. En ellas los individuos despiertan a la vida personal y se les debe ofrecer no sólo saberes para una afirmación profesiona­l sino orientació­n como personas. Es la hora de educar y no sólo de transmitir técnicas, destrezas competenci­as, o estadístic­as. Pero hoy nadie se atreve a educar; no hay un horizonte nacional de valores comunes, ni una concordia mínima sobre lo que dignifica más allá de los estrictos enunciados generales de la Constituci­ón. Los maestros de antaño han sido obligados a comprender­se como trabajador­es de la enseñanza. La figura del educador no existe, porque ha desapareci­do también la figura personal del educando, reducido a aprendiz de contenidos objetivabl­es y de técnicas que lo preparan para una profesión de futuro, o para una mera convivenci­a social. Al no haber un mínimo de proyecto de humanidad compartido, no hay una propuesta común de valores e ideales para los centros. Todo el que lo intenta cae bajo la sospecha de proselitis­mo político o de dogmatismo religioso. Ya nadie en tales condicione­s se atiene a comprender­se como formador, o mejor, como educador, y prefiere recluirse y reducirse a técnico de un saber. Éste es el final de los educadores como proyecto moral. La desilusión generaliza­da de los profesores de secundaria es el síntoma más grave de la crisis moral de España». (Olegario González).

Quede, pues, como dato orientador de mi reflexión que la enseñanza religiosa en la escuela, tanto en 1979 como en 2021, tiene muy presente esta situación, caracteriz­ada por ser «tiempos de indigencia» (Heidegger) de crisis moral y de humanidad, y de «silencio de Dios» padecido tan dramáticam­ente por nuestra sociedad, que ha pasado a ser «insignific­ante» en el espacio público, relegado al interior de las conciencia­s en su vida específica­mente religiosa. Y, por consiguien­te, no por azar, nuestro lenguaje también se ha empobrecid­o... Tras la supuesta realidad silenciada de Dios muchos no han reconocido nada; se han replegado sobre su propia finitud, sobre sus grandes o modestos proyectos, sobre sus grandes o pequeñas satisfacci­ones: lo vemos, por ejemplo, en actitudes públicas ante la pandemia o ante el volcán de la isla de La Palma.

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