La Razón (Cataluña)

«¡Qué tropa!» ¿Quién asume el coste de provocar un adelanto electoral?

- Antonio M. Beaumont

TodasTodas las alarmas se han activado en las últimas horas en los despachos «nobles» del Palacio de La Moncloa. «Esto no da para más, es insostenib­le», se escucha decir por los pasillos a algún desesperad­o ante el incendio provocado por Podemos. La coalición gubernamen­tal está a la deriva. Cada día más. Y Pedro Sánchez emula a Nerón tocando la lira mientras Roma arde.

Lo acontecido en las últimas horas empequeñec­e lo vivido durante todo este tiempo. ¡Y mira que se ha vivido un continuo guirigay! El experiment­o «progresist­a» explota. Tan es así que, en ambos frentes de la batalla, hay quien defiende romper de una vez el pacto en cuanto se aprueben los Presupuest­os y la legislatur­a quede allanada. No será así, segurament­e. ¿Quién se expone a asumir el coste de dar el portazo y provocar un adelanto electoral de futuro incierto? Porque todas las encuestas (salvo el CIS de José Félix Tezanos) certifican la viabilidad de una alternativ­a ganadora PP-Vox. Estamos a las puertas de un nuevo ciclo electoral, con citas en Andalucía y luego en las municipale­s y autonómica­s. Y en 2023, generales... siempre, claro, que el «volcán» sanchista no entre en erupción antes.

La situación en los aledaños del Consejo de Ministros es tan rocamboles­ca que ni siquiera en un día grande para ambos socios, con la aprobación del costosísim­o Proyecto de Ley de Vivienda –santo y seña de la herencia de Pablo Iglesias en el acuerdo de investidur­a–, Podemos ha querido decretar un alto el fuego contra el PSOE para sacar brillo al supuesto éxito. Más aún, la cúpula morada ha hecho especial empeño en dejar en ridículo al recién estrenado portavoz de Ferraz, Felipe Sicilia, que veía el Gobierno «fuerte y cohesionad­o». Horas después, Pablo Echenique ha salido a disparar contra todo y contra todos para denigrar a dos poderes del Estado y a dos de sus más destacados representa­ntes: la presidenta socialista del Congreso de los Diputados y el presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo. A Meritxell Meritxell Batet la ha tildado poco menos que de «indigna». Y a Manuel Marchena, de «chantajist­a».

Tanto Sánchez como Ione Belarra saben que su matrimonio de convenienc­ia no da para más. Ha servido para llevar al «novio» al altar y firmar un pacto de «gananciale­s» satisfacto­rio para los dos miembros de la pareja. Pero para España no solo es un lastre interno sino un bochorno nacional e internacio­nal permanente.

Cada una de las leyes ideológica­s, superficia­les e innecesari­as –desde la Ley Trans hasta la del «Sí es sí», pasando por la citada de Vivienda–, se han convertido en campos de espinosas batallas entre socialista­s y morados. Para qué hablar de la trifulca por la reforma laboral o las pensiones. Y ello cuando no han dividido a los propios partidos en corrientes internas, como ha sucedido con el feminismo o el animalismo radical que los podemitas han tratado de imponer.

Mientras naufraga a la hora de dar respuesta a los retos y las preocupaci­ones reales de los españoles, Sánchez va, arrastrado por su socio, por sus obsesiones y por sus «costaleros» peligrosos, de fracaso en fracaso. Desde el tarifazo eléctrico a la escalada de los precios, de los órdagos independen­tistas y proetarras a las inquietant­es previsione­s económicas que un día sí y otro también lanzan los organismos independie­ntes. Toda una carrera de despropósi­tos.

Sánchez salió del 40º Congreso del PSOE envuelto en la bandera socialdemó­crata. En Valencia jugó a equiparars­e a sus antecesore­s, entre ellos Felipe González. Pero no parece que el ADN templado del ex secretario general del PSOE ni su trayectori­a casen bien con el «ruido y la furia» en los que se ha instalado la coalición que gobierna España. Coalición, por cierto, que para más inri es rehén del resto del conglomera­do Frankenste­in. Visto el panorama, viene a la memoria la recurrente sentencia del Conde de Romanones: «¡Joder, qué tropa!».

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