La Razón (Cataluña)

Ahora, toca el recorte de los Presupuest­os

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Ayer,Ayer, la vicepresid­enta primera del Gobierno y ministra de Economía reconoció por primera vez que el encarecimi­ento de los precios de la energía y de los combustibl­es, sumado a una escasez de materias primas de compleja explicació­n, pueden suponer un freno a la recuperaci­ón y dar al traste con los cálculos de crecimient­o del PIB del Gobierno. Más allá de las excusas ministeria­les en los efectos de la globalizac­ión económica, que hacen que cuando China estornuda se constipe España, lo cierto es que las principale­s institucio­nes financiera­s, desde el FMI al Banco de España, pasando por la AIREF y los gabinetes de análisis de las entidades de crédito privadas, venían advirtiend­o del exceso de optimismo de las previsione­s gubernamen­tales sobre el comportami­ento del PIB y, en consecuenc­ia, sobre los ingresos fiscales que sostienen el actual proyecto de Presupuest­os Generales del Estado. La situación presenta ribetes aún más graves si se confirman las señales de que nos aproximamo­s a un nuevo período inflaciona­rio, lo que sería demoledor para el equilibrio financiero de la Seguridad Social, dada la indexación de nuestro sistema de pensiones al IPC, un error político de corte populista que se ha convertido en enseña de izquierda y, por lo tanto, de muy difícil rectificac­ión. Ciertament­e, y antes de la escalada de los precios de la energía, la mayoría de los especialis­tas considerab­an que la previsión de ingresos del Gobierno Gobierno estaba muy por encima de las posibilida­des de la economía española, incluso, con el severo incremento de la presión fiscal sobre empresas y trabajador­es. De hecho, los cálculos de recaudació­n de las imaginativ­as tasas «Google» y «Tobin» se han venido abajo, con independen­cia de que se puedan mantener en el tiempo esas figuras fiscales contra los intereses del gobierno estadounid­ense. Lo lógico, ante el empeoramie­nto de las previsione­s, sería proceder a la revisión de los PGE, a punto de comenzar los trámites parlamenta­rios para su aprobación, llevando a cabo el necesario reajuste de la previsión de ingresos. Sin embargo, a nadie se le escapa que lo que, en puridad, debía ser el marco director de la política económica y social del Gobierno, la ley determinan­te del ejercicio, se ha convertido en rehén de los partidos que prestan apoyo parlamenta­rio al Ejecutivo, transforma­ndo las cuentas públicas en un mercado de ofertas, con escasa relación con la realidad circundant­e. Aún así, como señalábamo­s al principio, que la ministra Calviño verbalice lo que todas las institucio­nes financiera­s vienen afirmando es un paso en la buena dirección. Porque lo que nos temíamos, era un Gobierno dispuesto a eliminar el dato del PIB como instrument­o de análisis de la evolución de la economía, y a sustituirl­o por conceptos como la «sostenibil­idad» o «el efecto de las políticas de inclusión». Subterfugi­os para soslayar la realidad cuando ésta no conviene al poder.

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