La Razón (Cataluña)

De Caravaggio, Vermeer y Velázquez al cielo de la Historia

El director y actor Xavier Albertí se deja llevar por el piano, los cuadros y la escena para trazar puentes entre las vidas y la época de los tres artistas

- Julián Herrero.

El título de la obra es claro, «Caravaggio, Vermeer, Velázquez». Tres excelsos pintores del siglo XVII que se convierten en los protagonis­tas sobre los que Xavier Albertí levantará una clase magistral de 80 minutos en la Sala Tirso de Molina del Teatro de la Comedia. Sin embargo, el primer nombre en pronunciar­se no es ninguno de los tres: Leonardo. Y el segundo: Miguel Ángel. Y el tercero: San Juan... Porque mil son las vueltas que da el dramaturgo para llegar adonde él quiere, al trío: «A esos grandes artistas que supieron capturar su tiempo». Y ese es, precisamen­te, uno de los principale­s atractivos de este montaje, el ir más allá del título y dejarse llevar por el propio Albertí para sumergirse en el pasado a través de algunas de sus figuras más destacadas. Entre todos, Caravaggio, Vermeer y Velázquez son los ejes pivotantes para las idas y venidas; y, más concretame­nte, sus respectivo­s cuadros, «El entierro de Cristo», «Muchacha leyendo una carta frente a una ventana» y «La fábula de Aracne o Las Hilanderas», piezas que se convierten en un mapa para que el público se deje llevar a través de una época.

El periodo del que se habla no variará de un día al siguiente, pero «hoy será este y mañana otro». Difícilmen­te, advierte, repetirá dos seguidos la misma función. «Tengo a los técnicos en alerta porque, según el momento, tiro por un camino u otro, y, entonces, ellos tienen que seguir un ritmo diferente para introducir los cuadros». También reconoce que el montaje no se puede preparar en uno, dos o tres años, sino en toda una vida dedicada al arte y a conocer las motivacion­es de cada cuadro. «Es un espectácul­o que llevo años pensando y acumulando. Aquí nos centramos en tres imágenes, pero hay una cantidad enorme de satélites a su alrededor. Me picó el bicho de la curiosidad. Y he pasado horas delante de Vermeer», puntualiza un hombre que ha visitado por todo el mundo las 35 piezas que se conservan del neerlandés ,« incluido el marco vacíode Boston, que lo mantienen por si los ladrones deciden devolver la pintura». Sin ese bagaje, sería imposible demostrar la cintura del catalán sobre el escenario, donde «El entierro de Cristo» es la excusa para bucear en Caravaggio y sus circunstan­cias, pero también en la Biblia Vulgata, en la importanci­a de la luz, en Rubens y hasta en los Caballeros de la Orden de Malta. Así, la «Muchacha» lleva a Albertí hasta la porcelana china, a Proust y a la Segunda Guerra Mundial; y «Las hilanderas», a Calderón de la Barca y «Las metamorfos­is», de Ovidio, entre otras. Un sinfín de historias que van y vienen a través de la boca del aquí director y actor, apoyado por las proyeccion­es de los cuadros, aunque también hay tiempo para que toque el piano e interprete a Rameau, Couperin y Cabanilles.

Unas gotas de ficción

La Historia y la historia del arte son las realidades de una función que encuentra la ficción sobre el piano, concretame­nte, en un vaso de güisqui que apenas tiene alcohol, «solo dos gotas para que el olor llegue a las primeras filas del público y para que no me acusen de mentir», dice fuera del escenario. Sobre él, incluso aprovecha la libertad del texto para dejarle un recado a los británicos: «Una de las más lamentable­s consecuenc­ias del Brexit es lo complicado que es traer buen güisqui». Es uno de los pequeños momentos de distensión que busca dentro de una obra densa, repleta de datos y anécdotas, que, sin embargo, su autor consigue que no se convierta en una tediosa clase de profesor asqueado con la vida.

Eso sí, hay «aspectos subjetivos» que le dan «permisos»: «Yo tengo mis tesis y las comparto. Lo que me gusta no es viajar a los cuadros, que también, sino ir a un siglo lleno de contradicc­iones que tenemos estigmatiz­ado. Es una etapa de cambios que reverbera en la lectura de Calderón, Lope y Tirso. Y con esta pieza intento abrir las ventanas para quitar nos la rigidez. Que los clásicos nos alimenten hoy porque tengo la sensación de que nos falta liberar la mirada sobre el siglo XVII».

DÓNDE: Teatro de la Comedia, Madrid. CUÁNDO: hasta el 7 de noviembre. CUÁNTO: 25 euros.

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Xavier Albertí ocupará la sala pequeña del Teatro de la Comedia

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