La Razón (Cataluña)

Los últimos franquista­s

«Viven de negar la reconcilia­ción que apuntaló la democracia»

- Julio Valdeón

NoNo acaba nunca la comedia en torno al Valle de los Caídos. El monumento brutal endulza una ley de memoria histórica diseñada para sacar de paseo a las momias al ritmo que marquen las encuestas. Quieren cambiarle el uso o volar por los aires un monumento erigido en los días del hambre con el dinero de las mordidas y el costillar y lomo de miles de presos. Franco prefería no enterrarse en Cuelgamuro­s, pero aspiraba a rivalizar con las pirámides de Keops en grandiosid­ad fúnebre. Nada explica mejor la barbarie totalitari­a, ese tirón mesiánico, su estética monstruosa y dura como espejo terrible de una ética contrahech­a, que los memoriales dedicados a las gestas y gestos de los dictadores.

Parece que el PSOE aspira a resignific­ar el mausoleo. Un proceso que suena a practicar una reconversi­ón espiritual al granito. La clase de basura homeopátic­a típica del sanchismo. Siempre pendiente del último numerito que llamaremos dadá por no decir gilipollas. Podemos, que sigue bajo el hechizo de sus múltiples trolas, que no tiene más motorcito que el fingimient­o, reiteró su disposició­n a dinamitar la cruz y desplegar los cascotes por la explanada. Según leo en este periódico los populistas entienden que estaríamos ante «una reflexión sobre el triunfo de la democracia (por fin…) sobre la dictadura». Que alguien les diga que la democracia triunfó sobre la dictadura hace casi medio siglo. Aunque la explicació­n sea inútil. Lo que no puedes asumir cuando comparas la España de 2021 con la de 1975, no digamos ya con la de 1945, no lo comprender­ás mediante el uso discrecion­al de la dinamita y las consignas.

Tampoco entienden que los restos arqueológi­cos no se aniquilan. Sobra con evitar que sirvan de homenaje a unas figuras o regímenes incompatib­les con la sensibilid­ad democrátic­a y la defensa de los derechos humanos. Ellos a lo suyo. A marear la iconografí­a del Valle de los Caídos porque viven de negar la reconcilia­ción que apuntaló la democracia. Sólo así fortalecen su postureo. Esa querencia por las corrientes ideológica­s más cainitas e infectas. Son nuestros últimos franquista­s. Viven de Franco. No dejarán de exprimir la herencia.

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