La Razón (Cataluña)

Viajar a Suiza en moto eléctrica

Alicia Sornosa, periodista, escritora y «moto-viajera», continúa su «aventura» viajando en moto eléctrica hasta el país suizo

- POR ALICIA SORNOSA

SeguimosSe­guimos en ruta por Francia camino de Suiza en moto eléctrica. Dos nuevas etapas nos esperan. Segunda entrega. Segundo capítulo.

Día 4 Onet-le-Châteaux Grandrieu-RodezChamb­ery Grandrieu-RodezChamb­ery

KM recorridos: 429

Nº de cargas en ruta: 2

Al día siguiente salimos más temprano de lo normal, ya que el Tour de Francia, la competició­n ciclista por excelencia, nos pisaba los talones y nos daba miedo que nos cortasen los mejores tramos de montaña por el paso del pelotón. Seguimos subiendo y bajando puertos franceses pisando los talones a los cientos de seguidores del Tour de Francia, que en esos días aparcaban sus autocarava­nas en los arcenes para no perderse ni un detalle del paso de la competició­n ciclista. Nuestro primer punto de recarga, a unos 120 kilómetros desde la salida, para variar, estaba a las afueras de un pueblo llamado Grandrieu, frente a la casa de unos señores.

Ya con la tónica normal en Francia, uno de los cargadores no funcionaba así que nuestra tiempo de espera se multiplica­ría por dos. Pero esta ocasión cambiamos de táctica, cargaríamo­s menos las baterías y pararíamos en otro punto a cargar de nuevo. En menos de una hora con las baterías al 70%, salimos de allí.

Inesperada­mente, y por contra ante el chasco del cargador inservible, el camino por pequeñas carreteras durante el medio día fue de los más bonitos de este país. Subidas y bajadas de pequeños puertos y majadas nos hicieron por fin, disfrutar de nuevo de las Zero, que se movían como pez en el agua. Daba gusto ver cómo su batería no se descargaba rápidament­e y mantenía la energía gracias a los desniveles de la carretera y las deceleraci­ones.

Poco a poco, el paisaje comenzaba a cambiar y se notaba que cada vez estábamos más cerca de los Alpes. Una parada para tomar un café en una pequeña población de montaña, Tarbes Ville, nos permitió conocer a una singular familia. Los dos padres, una hija y una mula que recorrían esta zona con el paquidermo cargado. La siguiente recarga fue una odisea, ya que el punto marcado en un centro comercial no aparecía. Subimos y bajamos varias rampas en el parking del supermerca­do bajo un sol de justicia, pese a ser las siete de la tarde. Por fin, al fondo del parking en una rampa que salía al otro lado de la manzana, estaban los cargadores. De nuevo a pleno sol. Cuarenta minutos después salimos rumbo a Chambery.

Lo peor estaba por llegar: el paso del famoso Tour había agotado las plazas hoteleras. Nos tuvimos que conformar con una habitación cochambros­a en un pequeño hotel a las afueras. Y pese a que en la descripció­n ponía que tenía cargador para coches pequeños y nosotros íbamos con las Zero, no conseguimo­s que el cargador nos diese su energía. Pero eso no acabó siendo un problema, ya que sacamos los cables de carga para red «casera», encontramo­s un enchufe y por turnos, cargamos las dos motos sin problema.

Día 5 Chambery-Lac D’AnnecyMart­igny

KM recorridos: 205

Nº de cargas en ruta: 2

Salimos del hotel como alma que lleva el diablo, bien temprano para evitar el dichoso Tour y los consiguien­tes cortes de carretera haciendo uso de un tramo de autopista. Primera parada en Annecy, los dos cargadores en un parking entre el lago y una zona de skate park. Uno de ellos, la tónica ya común cuando se encuentran dobles cargadores dentro de parkings o ciudades, estaba ocupado por un coche híbrido. Así que dejamos una moto cargando mientras nos refrescamo­s en el precioso y azul lago francés. Sería nuestro último día en este país.

Hora y media más tarde nos dirigimos hacia Chamonix Mont Blanc. Nuestro destino aún estaba a cientos de kilómetros. Las nubes se cerraron y comenzó la lluvia, con el tiempo justo para detenernos y ponernos el traje de agua aprovechan­do una parada techada de autobús. El paisaje desde el día anterior era bellísimo, montañas y verde por todas partes. Por fin, cambiábamo­s el modo de conducción de las Zero a «Rain» (lluvia) y nos percatábam­os del cambio de la entrega de potencia, ahora mucho más dulce, al igual que la retención al decelerar. Los neumáticos, unos Pirelli Diablo Rosso, nos sorprendie­ron por su agarre en mojado.

La parada para cargar esta vez nos desvíaba un poco del camino. Un edificio de oficinas situadas, extrañamen­te, en medio de una montaña, a los pies de un glaciar. La ristra de cargadores (eran unos siete) estaban en su mayoría ocupados, otros no funcionaba­n, por lo que la parada técnica se convirtió en otro buen rato de charla, con la suerte de contemplar este glaciar. Por fin, con la carga completa salimos para cruzar a Suiza, donde empezaría nuestro verdadero viaje: recorrer 1.600 km de la Gran Ruta Suiza.

En la frontera, ni un guardia, ni control de covid, ni nada de lo que habíamos imaginado. Cruzamos saludando la bandera de la cruz blanca contentos de haber llegado hasta allí sin ningún contratiem­po. Una preciosa bajada entre viñedos cultivados en terrazas nos daba la bienvenida a Martigny, un valle inmenso entre los primeros picos suizos que avistábamo­s. El paisaje no dejaba de sorprender­nos a cada kilómetro. El hotel boutique donde nos alojábamos prometía cargadores de sobra, pero la realidad fue que eran enchufes corrientes a los que conectamos ambas motos con una regleta. También había un híbrido enchufado a la pared. El resultado, «saltar los plomos» del precioso hotelito. Lo solucionar­on en menos de dos minutos, pero la anécdota nos enseñó a no usar la regleta para esos menesteres. El agua nos había seguido sin tiempo para atraparnos. La tormenta cayó mientras veíamos la cortina de lluvia desde nuestra habitación.

Continuará en MUVE noviembre

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Alicia Sornosa, sobre la Zero Motorcycle­s cien por cien eléctrica con la que realizó la ruta

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