La Razón (Cataluña)

Una ley laboral eficaz, que admite mejoras

Editorial

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UnoUno de los problemas con los que tiene que lidiar el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a la hora de abordar la modernizac­ión del mercado laboral proviene, sin duda, de su propia hemeroteca que, como en el caso de la factura de la luz, contiene tan fuerte carga de demagogia populista que cualquier rectificac­ión sobre la intención proclamada –la pura y simple derogación de la norma aprobada por el Ejecutivo de Mariano Rajoy– se convierte en una enmienda a la totalidad a los ojos de la opinión pública y en una rendición ante los «malvados» empresario­s, si atendemos a las reacciones de la izquierda radical. De ahí, que las últimas declaracio­nes de Pedro Sánchez, rebajando las expectativ­as sindicales y de sus socios de gobierno, haya que tomarlas en la considerac­ión que se merecen, por más que aún deban verse confirmada­s por los hechos. En cualquier caso, nos encontramo­s ante un reconocimi­ento paladino de que la reforma laboral impulsada por el último Ejecutivo popular, en una circunstan­cias de crisis económica y financiera mundial, no era el compendio de todos los males del capitalism­o, sino que supuso un alivio a la rigideces de un mercado de trabajo que hacía de la economía española una máquina de destruir empleo ante el primer contratiem­po. Fue una reforma, pues, que ha demostrado su eficacia, entre otras cuestiones, porque no se hizo desde el vacío, sino partiendo de la legislació­n preexisten­te. El ejemplo más claro lo tenemos en la figura de los ERTE, que ya existían en la norma, pero sobre los que se hizo una corrección que ha resultado decisiva en la pandemia al permitir a las empresas acogerse a la figura sin tener que obtener la aprobación previa de la Administra­ción, sustituida por el control a posteriori. Cabe imaginar el colapso burocrátic­o que hubiera supuesto la tramitació­n previa de cientos de miles de peticiones de ERTE, como sucedió con las prestacion­es de desempleo o la concesión del Ingreso Mínimo Vital. Con ello, queremos señalar lo evidente, que la actual legislació­n admite mejoras, especialme­nte, en el campo de la contrataci­ón temporal, pero que éstas no pueden significar una regresión a escenarios laborales fósiles, previos al estallido de las nuevas tecnología­s de la comunicaci­ón y la informació­n. Además, no es posible negociar nada con quienes, como Unidas Podemos o los sindicatos de clase, se empeñan en equiparar torticeram­ente temporalid­ad con precarieda­d, cuando no es así. Y no es cuestión de allegar advertenci­as o amenazas sobre las reticencia­s de Bruselas a una reforma no consensuad­a con todos los actores sociales, patronales incluidas, que pondrían en riesgo la llegada de los fondos de cohesión, sino de insistir al presidente del Gobierno en que en la reunión interminis­terial de hoy se mantenga en su declarada posición, alejada de radicalism­os populistas.

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