La Razón (Cataluña)

Perdón-Paz

- Jorge Fernández Díaz

HoyHoy es un día muy adecuado para acordarse de quienes ya no están entre nosotros y que tenemos en el corazón y el recuerdo. Podría ser también una jornada muy apropiada para que en un ejercicio de honestidad política –no es mucho pedir para quienes están blanqueand­o la memoria de los terrorista­s– los actuales sucesores políticos de ETA, pidieran perdón por una vez al menos a los deudos de tantas familias a las que desgarraro­n asesinando a seres queridos para ellas, y que llenaron las calles y plazas de España de sangre y miedo durante mas de cuarenta años. También, el gobierno foral de Navarra podría tener la decencia política de dejar de adoctrinar a los niños en la escuela, con su peculiar memoria democrátic­a de la historia sobre lo sucedido hace mas de ochenta años con nuestra guerra civil, olvidando ese periodo más próximo protagoniz­ado por los etarras y tan presente en Navarra. Asimismo, el presidente del gobierno de España podría tomarse un mínimo de interés para dar el pésame a los familiares de Alex y a sus convecinos, aprendiend­o que en la Rioja esta Lardero donde se produjo ese terrible suceso y que Laredo es una preciosa localidad ubicada a 200km de allí, en Cantabria. En fin, no es revanchism­o sino todo lo contrario, plantear esta petición en un día como el de hoy en el que la sociedad recuerda a los difuntos y que no es excesiva en ningún caso. Deberían no olvidar que «no hay paz auténtica sin justicia y que no hay justicia sin perdón». Pedir sinceramen­te perdón al agraviado, al ofendido… y mucho mas a las víctimas de las acciones terrorista­s, es además de un deber de justicia un requisito necesario para una auténtica paz. Pedir perdón enaltece tanto al que lo solicita como al que lo concede, y es semilla de una paz digna de tal nombre. En 1945 finalizaba la Segunda Guerra Mundial, la contienda bélica mayor de la historia –y que terminó con el lanzamient­o de las primeras y hasta ahora únicas bombas atómicas– con mas de sesenta millones de muertos entre población civil y militares. El 8 de mayo se firmaba el fin de la contienda en Europa y en septiembre en Japón a bordo del acorazado Missouri en la bahía de Tokio, pero esa firma no fue sinónimo de paz. Solo lo fue de ausencia de guerra. Para recordar que no hay paz auténtica sin perdón vale la pena acercarse a lo sucedido en esas fechas de 1945 en Chandavila, enclave del término municipal de La Codosera en la provincia de Badajoz. Y justo en la frontera con Portugal.

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