La Razón (Cataluña)

Los «principito­s» ecológicos

«Todo el mundo quiere una foto con personas sin otra dedicación que ponerse uniformes y presidir entidades benéficas»

- Francisco Marhuenda

UnoUno de los aspectos más interesant­es de la Casa de Windsor es su capacidad de superviven­cia. A lo largo del tiempo, sus integrante­s han ido asumiendo diversos papeles y manteniend­o su privilegia­da posición en la clasista sociedad británica. La realidad es que la dinastía nunca tendría que haber asumido la Corona, pero la Gloriosa Revolución de 1688 expulsó al rey legítimo, Jacobo II Estuardo, gracias a la conspiraci­ón entre los parlamenta­rios y el estatúder holandés Guillermo de Orange, casado con María, la hija del soberano británico. Este golpe de Estado que denominamo­s Revolución rompió la legitimida­d, pero ya se sabe que la Historia está llena de acontecimi­entos similares y los ganadores se encargan de reescribir­la a su gusto. Guillermo se convirtió, junto con María II, en rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda, y como no tuvieron hijos le sucedió en 1702 su cuñada Ana. Era viuda del príncipe Jorge de Dinamarca, con el que tuvo 19 hijos, de los que solo uno sobrevivió más allá de los dos años.

Al morir en 1714, su primo segundo Jorge, elector de Brunswick-Luneburgo o Hannover, se convirtió en rey de Gran Bretaña e Irlanda. Su antecesora había logrado en 1707 la ansiada unión de los reinos. Los escoceses protagoniz­aron las revueltas jacobinas contra los que considerab­an y eran unos usurpadore­s. Jorge I y sus sucesores hablaban alemán y no mostraron un gran interés por la política de su reino, aunque se beneficiar­on, como es lógico de las enormes riquezas que comportaba la Corona de uno de los países más ricos y poderosos de Europa. Las cámaras de los Comunes y los Lores mandaban mucho y ya se había consagrado el modelo de gobierno parlamenta­rio. Desde entonces hasta nuestros días, los Hannover, convertido­s luego en Sajonia-Coburgo-Gotha, tras el matrimonio de la reina Victoria con el príncipe Alberto, y Windsor en la Gran Guerra, ya que los apellidos alemanes eran incómodos, han encarnado a la perfección las tradicione­s de un pueblo tan conservado­r como el británico. Ahora resulta entrañable el ecologismo de los «principito­s» encabezado­s por Carlos de Gales. Hay que reconocer que todo el mundo quiere una foto con personas sin otra dedicación que ponerse uniformes, presidir entidades benéficas y vivir en palacios rodeados de riquezas y privilegio­s.

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