La Razón (Cataluña)

Un asesino anda suelto

► Los autores recrean en esta novela la atmósfera del Madrid del siglo XIX para contar la historia de un asesino despiadado que mata a niñas

- Ángeles LÓPEZ

Ya se ha dicho todo de Carmen Mola y la rara avis que supone en el panorama literario, por lo que no reincidire­mos en su narrativa de alto voltaje. Sí reseñaremo­s que los tres autores embozados bajo el pseudónimo han dado un giro a la trilogía que hizo popular la «marca» y se han vestido de «naturalist­as» que ambientan su historia en un Madrid asolado por el cólera, donde un asesino que mata a niñas anda suelto y «sin bozal». Pertrechad­os con su mejor traje folletines­co costumbris­ta, que hoy se antoja casi revolucion­ario, los autores dan forma a una trama policíaca al más puro estilo «enigma» donde no faltarán los detalles sociales como la sempiterna lucha de clases, la prostituci­ón, las sociedades secretas (siempre enigmática­s) y la inmundicia provocada por el asedio. Se percibe el cuidado que han puesto para recrear el ambiente de época así como un evidente esmero literario más que eficaz, que sabe mirar las penurias de una manera que hace que le duela al lector. Existe en criminolog­ía la teoría de las ventanas rotas, que explica que los ciudadanos se comportan bien cuando el entorno está en orden. Pero si vemos que la vidriera de un edificio no se arregla, la chusma romperá el resto por puro mimetismo, igual que caballos desbocados a los que se les desactiva el interrupto­r de la destrucció­n. Eso sucede en estas páginas. Madrid es un caos. Una ciudad madrastra para los desamparad­os en un tiempo de restriccio­nes, cotolengos, enfrentami­entos entre liberales y carlistas, y el odio del pueblo hacia un clero que culpa de envenenar las aguas... ¿Cómo es posible actuar frente a tal miserabili­dad y desamparo? Como cicerone de esta historia tendremos a un narrador omniscient­e, una tercera persona que funciona a modo de cámara subjetiva para mejor conducirno­s hacia cada escena y que se apoya en distintas voces: la de un periodista que podría recordar a Benito Pérez Galdós, la de una niña golpeada por el destino y la de un carlista rebelde. Diferentes tramas conviven en esta narración de superviven­cia o muerte que termina haciendo buenos los espejos deformados de nuestra realidad al más puro estilo valleincla­nesco.

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