Una débil reacción internacional
¿Cree que la comunidad internacional no está comprometida al 100% con la presión contra Daniel Ortega?
No es solo compromiso. Creo que la comunidad internacional está jugando a la defensiva cuando se trata de Nicaragua. La respuesta ha sido inconsistente, reactiva y descoordinada. Sin duda, no se trata solo de EE UU o la UE, sino que las presiones también son inconsistentes entre otros actores externos e internacionales, como los países latinoamericanos, Naciones Unidas, el sistema interamericano y las instituciones financieras como el FMI, Banco Mundial y Banco Centroamericano de Integración Económica. Además, están sucediendo muchas cosas a nivel mundial en este momento, con múltiples frentes, donde Nicaragua es uno de los puntos calientes, y los actores internacionales, multilaterales y regionales están diluyendo diluyendo la respuesta o simplemente no pueden responder.
¿Qué sugiere que deberían hacer países e instituciones internacionales?
La respuesta ha sido inconsistente desde los hechos de 2018 en Nicaragua. Si bien ha habido intentos de presionar más, como la Ley RENACER en EE UU, sanciones a personas específicas y un informe del Relator Especial de la ONU sobre la situación de los defensores de derechos humanos, no han sido suficientes. La comunidad internacional debe unirse para hacer más: un seguimiento más estrecho y la denuncia de las violaciones de derechos humanos del régimen de Ortega-Murillo; exponiendo más contundente la farsa de las elecciones; establecer plazos para la liberación inmediata de los presos políticos; la invocación del artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana, para suspender a Nicaragua de participar en la OEA; condicionar acciones y préstamos de instituciones financieras internacionales al respeto a los derechos humanos. La falta de una respuesta internacional articulada y coherente de la comunidad internacional ha dado oxígeno a Ortega.
¿La represión y el miedo generados en 2018 acabaron con las protestas?
La falta de una respuesta internacional articulada y coherente al régimen ha proporcionado el espacio y el respiro para consolidar el régimen como dictadura. La elección de Ortega en 2006 inició un período de deterioro democrático marcado por la consolidación de todos los poderes del Gobierno bajo el control de su partido, la limitación de las libertades fundamentales y la corrupción desenfrenada en el Gobierno. En 2018, el régimen, con la ayuda de grupos armados aliados, respondió con violencia y represión a lo que describieron como un intento de golpe de Estado. El Estado de derecho se derrumbó y los observadores de derechos humanos informaron de la muerte de al menos 325 personas, detenciones extrajudiciales, desapariciones y torturas. Los defensores de derechos humanos de Nicaragua todavía están tratando de obtener justicia.