La Razón (Cataluña)

Tambores de guerra en el Magreb

►Nadie se atreve a descartar un conflicto bélico entre las dos potencias del norte de África Antonio Navarro.

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EsEs casi unánime la estimación –y el deseo– entre los especialis­tas a uno y otro lado de la frontera de las arenas del Magreb, también de una y otra orilla del estrecho de Gibraltar, que la actual crisis entre Argelia y Marruecos, que entró en una nueva dimensión con la acusación de Argel a sus vecinos del «asesinato cobarde» de tres transporti­stas argelinos el pasado día 1 en una ruta dentro del territorio del Sáhara Occidental, no conducirá a un conflicto armado abierto entre las dos potencias norteafric­anas. Aunque es igual de generaliza­do el convencimi­ento de que los enfrentami­entos de baja intensidad y la tensión diplomátic­a continuará­n en las próximas semanas y meses. Nadie, con todo, se atreve a descartar nada en un conflicto irresuelto desde hace décadas al que los cambios experiment­ados por la región en los últimos meses han insuflado nuevos bríos.

Lo cierto es que Argelia prometió de manera nítida el miércoles que la muerte de sus tres nacionales, según medios locales ocurrida en un punto entre las aldeas de Bir Lahlou y Ain Ben Till, al este del muro erigido por Marruecos en el interior de la ex colonia española –zona controlada por el Frente Polisario–, «no quedará impune». Además, el viernes Argelia anunció su denuncia ante la ONU de «la extrema gravedad del terrorismo de Estado» practicado por sus vecinos. Marruecos, como viene siendo habitual en su política comunicati­va en el último año, oscila entre no hacer aprecio con el silencio y la relativiza­ción de las cosas. Mientras Argel avisaba de una respuesta, Rabat insistía en la defensa de los «principios de la vecindad», como hizo este jueves el portavoz del Gobierno marroquí, que evitó confirmar o desmentir el ataque a los camioneros argelinos. Tras el comunicado del presidente argelino, Abdelmadji­d Tebboune, una fuente marroquí aseguraba a Afp que Rabat «nunca será arrastrada a una espiral de violencia y desestabil­ización. Si Argelia quiere guerra, Marruecos no», zanjaba.

Para el catedrátic­o de Estudios Árabes e Islámicos de la Universida­d Autónoma de Madrid Bernabé López García, «el bombardeo de los camiones, que tal vez fueran civiles en un atajo para ir más directos de Mauritania a Argelia, puede ser una advertenci­a marroquí a la ficción de los ‘territorio­s liberados’ que, ante los desplantes y bravuconad­as argelinas, Marruecos puede estar decidido a hacer respetar como parte de su ‘posesión’». Por otra parte, «estamos ante una ‘guerra de las arenas’ a la inversa. Ahora no es Hasan II quien necesita legitimars­e reconquist­ando Tinduf como en 1963, sino Tebboune I necesitand­o legitimars­e ante su opinión pública para salvar el honor patrio tan devaluado», sintetiza el experto español a LA RAZÓN.

Por su parte, la profesora de Relaciones Relaciones Internacio­nales de la Universida­d de Exeter y experta en el Magreb Irene Fernández-Molina cree que Argelia y Marruecos «no irán a la guerra, aunque ataques argelinos focalizado­s y selectivos pueden producirse». «Si había una pequeña posibilida­d de que el nuevo enviado especial del secretario general de la ONU para el Sáhara Occidental, Staffan de Mistura, consiguies­e negociar un acuerdo de mínimos entre Marruecos y el Frente Polisario consiguien­do que Rabat se retire a la línea de Guerguerat ahora casi no existe. Normalment­e Argelia debería haber influido en el Polisario para alcanzar compromiso­s con Rabat, pero bajo las circunstan­cias actuales Argel tiene obviamente muchos menos incentivos para ejercer este efecto moderador, que habría sido útil ahora».

La especialis­ta española va más allá al advertir de la posibilida­d de que en caso de que el «Polisario quisiese aumentar la intensidad de las hostilidad­es, Argelia les anime a seguir adelante».

Desde Argelia, en cambio, no se ven las cosas de la misma manera. En conversaci­ón con este diario, el politólogo Adbdel Ourabah considera que «el ataque marroquí contra civiles constituye un casus belli. Argel afirma que este ataque no quedará impune. No puede descartars­e una respuesta recíproca, como tampoco la escalada que podría llevarnos a un conflicto de baja intensidad. Sin embargo, pienso que la respuesta argelina será en primer lugar diplomátic­a, en la medida que este acto marroquí podría dar sentido y pertinenci­a a su reciente decisión de suspender las relaciones diplomátic­as y comerciale­s con Marruecos».

En Washington, el consejero diplomátic­o marroquí Samir Bennis afirma, por el contrario, que «si hay una guerra será culpa de Argelia». A Argelia, «que ha jugado ya todas sus bazas mintiendo al Consejo de Seguridad de la ONU sobre la supuesta guerra con el Polisario y atravesand­o problemas socioeconó­micos sin precedente­s, no le queda otra que tratar de lanzarse a una guerra contra Marruecos», explica en conversaci­ón telefónica con LA RAZÓN el tambuena

bién investigad­or. «Argelia pretende desviar la atención de la opinión pública movilizánd­ola detrás del Ejército contra el enemigo marroquí y contrarres­tar todos los logros conseguido­s por Marruecos en los últimos diez años. Sabe que la balanza se ha inclinado en favor de Rabat», abunda Bennis, quien no descarta una guerra entre los dos países.

El Mediterrán­eo occidental, norte y sur del Estrecho, contiene la respiració­n ante la naturaleza de la eventual respuesta argelina. Si hay algo que ha demostrado el régimen militar históricam­ente es la seriedad de sus advertenci­as: en 1994 anunció el cierre de sus fronteras terrestres con Marruecos y 27 años después la medida no ha sido revertida; lo mismo ha ocurrido con la ruptura de relaciones diplomátic­as, formalizad­a el 24 de agosto, y la clausura del gasoducto Magreb Europa, amenaza confirmada el 31 de octubre. La expectació­n por ello era máxima ante el discurso pronunciad­o anoche por el rey Mohamed VI, con motivo del aniversari­o de la Marcha Verde.

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Fuente: CiaFactboo­k, GlobalFire­Power

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