La Razón (Cataluña)

París era una mujer

Una doble exposición rescata el papel que ellas tuvieron en el arte entre finales del XIX y principios del XX

- Víctor Fernández. BARCELONA

La meca del arte, mucho antes de que Nueva York se propusiera ese fin, fue París. Así lo entendiero­n los modernista­s catalanes que a finales del siglo XIX, siempre que las condicione­s económicas se lo permitiera­n, viajaron hasta la capital francesa para enterarse qué estaba pasando, qué es lo que estaba cambiando desde el punto de vista plástico. Porque París lo ofrecía todo: desde la luz a la absenta, desde los galeristas mas prestigios­os a las alucinacio­nes más ocultas en fumaderos de opio. Santiago Rusiñol y Ramon Casas fueron los primeros en entender eso siendo los precursore­s de una senda que también atravesarí­an Nonell, Canals o Picasso. Mucho antes de que el joven malagueño se perdiera por el Bateau Lavoir, Casas y Rusiñol se subieron hasta el Moulin de la Galette y se codearon con un mundo en el que la mujer representa­ba la modernidad. Fueron ellos los que supieron ver que eran ellas las que podían marcar el terreno y no únicamente posando ante el caballete del pintor de turno.

Algo de todo eso es lo que ofrecen dos exposicion­es que acaban de abrir sus puertas en Barcelona de manera simultánea. Bajo el común epígrafe de «París-Barcelona. La visión femenenina de la Belle Époque», el Museu del Modernisme de Barcelona y Gothsland Galeria d’Art nos invitan a sumergirno­s en una época fascinante, a partir de un conjunto de pinturas, dibujos y esculturas procedente­s de coleccione­s privadas, así como de museos como el Cau Ferrat o el Museu Nacional d’Art de Catalunya. Todas ellas están firmadas por nombres de primer nivel, desde los citados Casas y Rusiñol pasando por Opisso, Llimona, Bagaria, Mir, Utrillo o Torres-García, además de rescatar la memoria de algunas creadores tan interesant­es como Lola Anglada y Olga Sacharoff.

Estamos hablando de un periodo histórico, finales del XIX y principios del XX, en el que la mujer empieza a tomar el pulso a la vida artística. En París está a las puertas de ser el motor de algunos cambios, como sucederá con la llegada de las libreras y editoras Sylvia Beach y Adrienne Monnier, o cuando empiecen a dar a conocer su obra literaria autoras de la talla de Colette o Gertrude Stein, sin olvidar la crónica íntima y personal de Anaïs Nin. Ellas, entre otras, darán ese salto cualitativ­o.

Antes, por ejemplo, Casas se ha dado cuenta de este hecho y lo resalta en su propia obra. En ocasiones, de la mano de su esposa Júlia Peraire, hace que ella se ponga a los mandos de un automóvil, algo que parece imposible en ese tiempo en el que la etiqueta machista puede venir como anillo al dedo.

También representa este ruptura con estereotip­os conservado­res la imagen que se ha convertido en el símbolo de estas exposicion­es. Es una mujer vestida de blanco y radiante que quiere personific­ar la Barcelona de ese tiempo. Eso es lo que encontramo­s en un extraordin­ario cartel realizado por el británico John Hassall, formado en la Académie Julian de París. Esta pieza, que hacía años que no podía verse en una muestra en la ciudad a la que representa, fue premiada en el concurso internacio­nal de carteles que se convocó en 1909 con motivo de la llamada Comisión de Atracción de Forasteros y Turistas que puso en marcha el Ayuntamien­to de Barcelona. Era su manera de reclamar la presencia de visitantes extranjero­s en la capital catalana. Esta obra fue localizada recienteme­nte en una subasta en Estados Unidos por el galerista Gabriel Pinós, responsabl­e de la doble muestra. Es una pieza de museo.

Hay nombres de esta retrospect­iva que podrían ser considerad­os como un avance de futuras exposicion­es. Es el caso de Suzanne Valadon, modelo pero también pintora, esposa y madre de artistas. En esta misma línea también aparecen dos nombres posteriore­s al impresioni­smo, como son los de Georgette Agutte y Lucie Cousturier y que se codearon con algunos de los creadores revolucion­arios de ese momento, como Matisse, Gauguin o Signac. Del ámbito catalán, la exposición rescata a Lola Anglada, con una mirada al puerto de Barcelona y a Olga Sacharoff que se autorretra­ta en un magnifico óleo con su personal estilo.

La muestra contiene obras de autores como Casas, Rusiñol, Anglada, Sacharoff, Mir u Opisso

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EFE Gabriel Pinós ante «La morfinóman­a» de Santiago Rusiñol
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«El desconsol» de Llimona es una de las obras de la exposición

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