La Razón (Cataluña)

La progresiva banalizaci­ón de Auschwitz

► La herida del nazismo vuelve a abrirse tras la controvert­ida subasta de un kit de tatuajes con el que se marcaba a los judíos

- Jorge Vilches. MADRID

ElEl 3 de noviembre pasado un tribunal israelí detuvo la subasta en el mismo Jerusalén de un kit de tatuaje de judíos usado por los nacionalso­cialistas en Auschwitz. Se trataba de ocho troqueles de acero del tamaño de una moneda de céntimo, erizados de alfileres, que se clavaban en los brazos de los prisionero­s para tatuar el número de serie. Salió a subasta por un valor proyectado de 30.000 a 40.000 dólares. Una asociación de supervivie­ntes de aquel infierno, indignados por la comerciali­zación de su sufrimient­o y la banalizaci­ón del mal, lo denunció en un juzgado de Tel Aviv. El juez paró la subasta, aunque hasta el 16 de noviembre no se tomará una decisión definitiva. El problema jurídico es que Israel no tiene una ley contra la venta privada de esta clase de objetos relacionad­os con el Holocausto.

No se trata solo del mercadeo con los objetos que simbolizan el mal, con los que se degradó y aniquiló a millones de personas, sino la falta de empatía hacía cierta clase de dolor ajeno, algo muy señalado cuando es el pueblo judío. El sitio de estos utensilios de la muerte es un museo, como el del Holocausto Yad Vashem, donde se puedan encontrar, bien documentad­os, para recordar y advertir sobre el mal; esto es, deben tener una función social de conciencia­ción y respeto a los derechos humanos. No es la primera vez que se banaliza el mal. En marzo de 2019 saltó una noticia sobre un hecho que se venía repitiendo desde hacía demasiado tiempo: turistas en los campos de exterminio de Auschwitz, y dentro de las instalacio­nes, se hacían selfies selfies para colgarlos en las redes. Hombres y mujeres posando sonrientes, con el mismo gesto que si estuvieran en la playa o en una fiesta, salían delante del lugar donde fueron torturados y exterminad­os muchos seres humanos. La denuncia entonces se acompañó de la reproducci­ón de dichas fotos sacadas de Twitter, Instagram y otros lugares. Eran personas en apariencia normales, con una vida acomodada, jóvenes, con acceso ilimitado a la informació­n, y con una educación escolar suficiente como para conocer qué era aquello y la importanci­a de la vida humana. Las autoridade­s del museo que ahora alberga los recuerdos de Auschwitz pidieron a los visitantes inteligenc­ia, responsabi­lidad y misericord­ia.

Distorsión cognitiva y humana

El complejo museístico se había montado para que no se olvidara el horror del totalitari­smo, el sufrimient­o de tantas personas, el genocidio del pueblo judio y de tanta otra gente. La indignació­n fue grande. Segurament­e esas personas que se hacían selfies a las puertas del campo de concentrac­ión con cara sonriente y en pose seductora eran individuos que se escandaliz­an por el vertido de petróleo en el mar o por una agresión sexual. ¿Por qué no por el Holocausto? Esa banalizaci­ón, esa idea de «eso pasó hace mucho tiempo», o «ya han dejado de matar», como ocurre con ETA, tiene una explicació­n psicológic­a. La falta de empatía con el sufrimient­o ajeno es una patología inducida por la ausencia de valores o de moral, o bien, por sostener una ideología igualmente liberticid­a. Acudir a un lugar de muerte para hacerse un selfie es una evidente distorsión cognitiva y humana. Un dibujante publicó en 2006 una viñeta en el periódico de más tirada en España en el que se equiparaba el Holocausto con los acontecimi­entos en Gaza.

Era una muestra de antisemiti­smo, insensibil­idad y conocimien­tos que llevaba a despreciar la Shoa para hacer política ahora contra Israel. En febrero de 2020, poco antes del confinamie­nto, una comparsa del Campo de Criptana (Ciudad Real) representó a nacionalso­cialistas de las SS y presos judíos bailando música disco. Su intención era hacer un «homenaje» a los presos y asesinados, pero el medio fue un tremendo error. Pidieron perdón, aunque el daño y la humillació­n ya estaban hechos.

En los últimos años se hacen todo tipo de comparacio­nes de grupos políticos corrientes, llamados de «ultraderec­ha», con el nacionalso­cialismo. Este mal uso del lenguaje es una frivolidad inexcusabl­e cuando se utiliza para definir a organizaci­ones o gente que se dedica a hacer escraches y boicots violentos. El nacionalso­cialismo era una ideología que contemplab­a el exterminio sistemátic­o, bien calculado, de determinad­os pueblos y grupos distinguid­os por su «raza», religión, ideas políticas, lugar de nacimiento, o costumbres privadas. El uso inapropiad­o no solo banaliza lo que fue el Holocausto sino que deja al descubiert­o la ignorancia del emisor o el intento de manipulaci­ón de los oyentes, lectores o votantes.

El antisemiti­smo que abanderan cierta izquierda y derecha también es el origen de esa banalizaci­ón, en una sociedad infantiliz­ada y con más desconocim­iento del que se presupone. El mejor remedio para evitar esta degradació­n colectiva es poner rostro y nombre a las víctimas, intentar alejarse de los fríos números, muchas veces con terribles cifras aproximada­s, y presentar que fueron personas como ellos.

 ?? AP ?? El brazo de Bronia Brandman, supervivie­nte del Holocausto, marcado por los tatuajes distintivo­s de los nazis
AP El brazo de Bronia Brandman, supervivie­nte del Holocausto, marcado por los tatuajes distintivo­s de los nazis
 ?? REUTERS ?? El kit de tatuaje de la subasta formado por troqueles de acero
REUTERS El kit de tatuaje de la subasta formado por troqueles de acero

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain