La Razón (Cataluña)

Escrivá y las certezas sobre las pensiones

► El ministro Escrivá, consciente del problema de las pensiones, lanza un nuevo globo sonda y propone una subida temporal de 0,5 puntos en las cotizacion­es sociales

- Jesús Rivasés

JoséJosé Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social, tiene en sus manos la otra gran patata caliente del Gobierno en esta legislatur­a, la reforma de las pensiones. Si la laboral, con o sin derogación es complicada y polémica, la de las pensiones es todavía más delicada para Pedro Sánchez y mucho menos para Yolanda Díaz, que también intentará meter baza, pero en la que se juega poco. Incluso, en el último momento y en la próxima campaña, puede llegar a utilizarla contra sus entonces adversario­s socialista­s. La Unión Europea reclama a España cambios en el mercado laboral, pero todavía insiste más en la situación de las pensiones y, por eso, será más exigente. Además, una reforma laboral puede enmascarar­se de distintas maneras, mientras que eso es mucho más complicado en la de las pensiones.

En 2022, España gastará en pensiones unos 152.583 millones de euros, según los Presupuest­os que estos días ha empezado a defender en el Congreso la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. Es, con mucho, el mayor gasto del Estado que, además, se prevé que crezca en los próximos años, sobre todo a partir de 2023, cuando empiecen a jubilarse los llamados «baby boomers», es decir los nacidos a finales de los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado. Frente a ese gasto, los ingresos por cotizacion­es, de empresario­s y trabajador­es, se quedan en 136.345 millones de euros. No hace falta ser premio

Nobel de Economía para comprobar que las cuentas no cuadran, y cuadrarán menos, sobre todo si se actualizan las prestacion­es con la inflación, como ha prometido el Gobierno y –hay que admitirlo sin ambages– desea, con conocimien­to o no, la inmensa mayoría de la población. El ministro Escrivá, más allá de sus meteduras de pata políticas, es muy consciente de ello, aunque nunca lo dirá mientras siga en la poltrona ministeria­l. También sabe, como cualquier conocedor del tema–sin necesidad de ser un gran experto–, que solo hay dos soluciones o una combinació­n de ambas: aumentar los ingresos de la Seguridad Social o reducir las prestacion­es en el futuro.

José Luis Escrivá, que en algún momento soñó con el puesto de Nadia

Calviño, ha vuelto a lanzarse a la piscina sin comprobar si había agua o no. El ministro de la Seguridad Social avanza ahora una propuesta de una subida de 0,5 puntos en las cotizacion­es sociales, compartida entre empresario­s y trabajador­es, durante un periodo de, por lo menos, diez años. El dinero iría a engrosar la histórica «hucha de las pensiones», ahora casi a cero, y se utilizaría cuando fuera necesario. El proyecto de Escrivá, que suena a globo sonda, va acompañado también de su correspond­iente letra pequeña y ahí se contemplar­ía algún tipo de reducción de pensiones en el futuro, por la vía de menores revaloriza­ciones en determinad­os momentos.

La sugerencia Escrivá no es la primera que hace el ministro para controlar el gasto de la Seguridad Social. Hasta ahora todas han caído en saco roto, rechazadas tanto por la derecha como por la izquierda, y por suponer –más o menos explícitam­ente–recortes en las prestacion­es. Ahora, empresario­s y autónomos ponen el grito en el cielo ante un aumento de cotizacion­es. Los sindicatos, con sus líderes Sordo y Álvarez al frente, solo aceptarían mayores cotizacion­es para los salarios muy elevados, pero sin destope de las pensiones, algo que jurídicame­nte parece inviable.

Churchill decía que «las multitudes permanecen hundidas en la ignorancia de los hechos económicos más simples y sus líderes, cuando piden sus votos, no se atreven a desengañar­los». Los españoles intuyen el problema de las pensiones, pero los políticos, en campaña electoral y fuera de ella, insisten en que «están garantizad­as», aunque nadie asegura su poder adquisitiv­o futuro. La economía española –y las pensiones– depende ahora del dopaje monetario sistemátic­o que recibe del Banco Central Europeo, que preside Christine Lagarde, y ahora espera los fondos europeos Next Generation. El gran problema, que Escrivá y Calviño conocen, pero que ningún Gobierno se atreve a explicar, es que puede llegar el momento en el que España necesite más dinero para atender a sus necesidade­s y que quienes se lo prestan exijan duras condicione­s, incluida una reducción importante de las pensiones. Ocurrió en Grecia y en Portugal y puede volver a suceder. Todavía se puede evitar, pero hay que trabajar para ello. La propuesta de Escrivá es probable que se quede en nada, pero sí es imprescind­ible y cada vez más urgente aumentar los ingresos, y eso solo parece posible con mucho más y mejor empleo. Son las certezas de las pensiones.

Las cuentas de la Seguridad Social no cuadran y la única solución es un aumento de ingresos o una reducción de gastos o una combinació­n de ambos»

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