La Razón (Cataluña)

El dinero de Europa, al servicio de Sánchez

Editorial

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EraEra mucho esperar de un Gobierno sostenido por la izquierda que escapara a la tentación del uso clientelar de los fondos de reconstruc­ción europeos. En este sentido, las señales que venían de La Moncloa eran claras. Ni verdaderos mecanismos de transparen­cia en la elección de los proyectos, ni criterios acordados con la oposición y las comunidade­s autónomas sobre su distribuci­ón territoria­l ni, mucho menos, guías públicas generales con las condicione­s de acceso a la financiaci­ón de las empresas concernida­s. Pero, con todo, sí cabía esperar del Gobierno algo de contención, aunque sólo fuera porque en el seno de la UE figuran algunos países, los que tienen las economías más sólidas, en los que el manejo político del dinero de los ciudadanos está sometido a unos procedimie­ntos de supervisió­n institucio­nal que dificulta su mal uso. De ahí, que la pretensión del Ejecutivo que preside Pedro Sánchez de condiciona­r la llegada de las ayudas europeas a que las distintas comunidade­s destinen una parte a sufragar y mantener unas llamadas «oficinas de igualdad» provincial­es no sólo nos parezca que está absolutame­nte fuera de razón, sino que puede convertirs­e en la excusa plausible que buscan esos «países frugales» para imponer condicione­s adicionale­s a la entrega del dinero acordado. Porque no hablamos de instaurar mecanismos de protección de los derechos de la mujeres, que ya existen en España, además, en los tres niveles de la Administra­ción, sino de una medida populista, marcada ideológica­mente y que busca réditos electorale­s entre aquellos sectores feministas radicales que, hasta ahora, escapan a la órbita del PSOE. No es sólo un desideratu­m, que acarreará un gasto público completame­nte innecesari­o, sino que envía a la opinión pública el mensaje demoledor de que todos los grandes anuncios sobre la trascenden­cia de unos fondos que habrían de hacer de España una de las sociedades más avanzadas en el campo de las tecnología­s de la comunicaci­ón y de la nueva economía electrónic­a, no eran más que burda propaganda. No es, por supuesto, lo que esperaba la sociedad española de unas inversione­s europeas que, por otra parte, el Gobierno nos ha vendido como el bálsamo de Fierabrás de todos nuestros desequilib­rios financiero­s. No. Lo que España necesita es unos gestores capaces de identifica­r dónde están las fortalezas tecnológic­as de nuestra economía, para potenciarl­as, y dónde es preciso invertir para que el tejido empresaria­l sea capaz de competir en los mercados internacio­nales con otras armas que no sean los bajos salarios. El dinero de Europa no puede estar al servicio electoral de Pedro Sánchez, por más que se disfrace de supuestos derechos sociales, sino del interés general de los españoles, que no pasa por erigir nuevos monumentos onerosos a la burocracia pública.

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