El fortuito homenaje póstumo del Reina Sofía a Carmen Laffón
Los trazos figurativos de sus pinceladas diluidas en la anatomía del paisaje sanluqueño, pero también en todos esos bodegones y figuras inspiradas en el costumbrismo de los objetos cotidianos, representantes activos de una belleza casi flotante y cristalina, ya habitaron en 1992 las paredes del Museo Reina Sofía con motivo de la minuciosa retrospectiva que la institución dedicó a la práctica totalidad de su obra. Hablamos, claro, de la recientemente fallecida Carmen Laffón, cuyos restos mortales fueron trasladados antes de ayer al templo de la Parroquia de San Nicolás de Sevilla, cubiertos por uno de los paños que la pintora empleaba para sus bodegones y un ramo de nardos cultivados en el recogimieno silencioso de su propio jardín.
La arbitrariedad del destino y los síntomas predictivos que a veces manifiesta el propio azar han hecho que el museo, comenzara a preparar apenas una semana antes de la muerte de la artista, el montaje de una obra suya como pieza integrante del remate logístico de reordenación que la colección permanente lleva experimentando desde el mes de mayo. En este caso se trata de ocho bajorrelieves de escayola pintada que Laffón confeccionó dentro de la serie «La sal» con las salinas de Bonanza y el Coto de Doñana como motivo y testigo privilegiado del hecho pictórico. Los mencionados estucos intervenidos, que han sido adquiridos gracias a la gestión de los patronos y coleccionistas Helga de Alvear y Mario Losantos por un precio de 150.000 euros, revelan nuevamente el interés indiscutible de la sevillana por la línea del horizonte como experiencia contemplativa y fuente de inspiración y, a partir del 26 de noviembre, fecha prevista para la presentación oficial de las ocho piezas, contribuirán armónica y merecidamente al homenaje y recuerdo de la destreza de esta «maestra de la luz».