La Razón (Cataluña)

La España centrífuga (I)

► La alianza electoral de varias provincias, que han acumulado agravios a lo largo de los años, amenaza con atomizar aún más el arco parlamenta­rio y convertirl­o en un escenario tan «cantonaliz­ado» como difícil de gestionar

- Alejandra Clements

DiceDice la RAE que centrífuga es aquella cosa que se aleja del centro o tiende a alejarse de él. De causas, motivos o razones para que se produzca tal fenómeno el diccionari­o no añade nada más, así que habrá que recurrir a la evolución política de las últimas cuatro décadas para entender el movimiento hacia fuera que se está produciend­o en España. No son nuevas, ni mucho menos, las tensiones territoria­les. Nos acompañan a lo largo de nuestra historia, con tiras y aflojas, marcadas por dos hitos fundamenta­les: la gigantesca transforma­ción administra­tiva que dividió el país en provincias en el siglo XIX (que tan bien retrató Larra) y el posterior diseño de la España autonómica que consagró la Constituci­ón y que aún espera su pleno desarrollo. Hasta ahora el empuje hacia fuera lo habían monopoliza­do las comunidade­s autónomas: se llevaban todo el protagonis­mo en su pulso continuo por las competenci­as o por el reparto de los fondos (impulsadas siempre por la cuestión identitari­a). Pero en los últimos años se ha ido moviendo el eje de los agravios y las provincias de ese espacio que se ha llamado la España vacía o vaciada (con permiso de Sergio del Molino) han ido sumando fuerzas para reivindica­r su papel en la vida pública y exigir mejoras en los servicios. Lo que empezó como una revuelta más folclórica que real amenaza con «cantonaliz­ar» el mapa de la representa­ción política hasta desestabil­izar los equilibrio s de fuerzas que han resistido a duras penas los envites del mul ti partidismo. La estela de Teruel Existe, que con un solo diputado acaparó protagonis­mo y capacidad de negociació­n desde el comienzo de la legislatur­a, ha animado a otras provincias a unirse como plataforma con aspiracion­es electorale­s.

Problemas sin resolver

Desde que se inscribió el partido de la España Vaciada (EV) el pasado 30 de septiembre las perspectiv­as electorale­s de todas las formacione­s han empezado a tambalears­e: los apoyos de esta nueva plataforma (que incluye hasta 30 provincias) podrían traducirse en 14 o 15 escaños, según la encuesta o el sondeo que se consulte. Y esto se traduce en varias consecuenc­ias. La primera, y más obvia, es la irrupción de un nuevo actor político que añadiría más fragmentac­ión a un arco parlamenta­rio ya muy acostumbra­do a los malabarism­os de calculador­a. Pero, además, la España Vaciada impactaría de lleno en dos cuestiones que siempre aparecen en la lista de asuntos pendientes de nuestra democracia. El primero nos ha acompañado durante años y es la necesaria reforma de la Ley Electoral: se reactivó en torno a 2015 (incluso hay una plataforma que lo promueve, «Otra Ley Electoral»), pero nunca ha pasado de los programas electorale­s o de las peticiones ciudadanas a concretars­e en un debate real. El sistema de reparto, el del cálculo proporcion­al D’Hont que convierte los votos en escaños y que intentaba proteger la representa­ción de las minorías, ha conseguido lo contrario: en esta legislatur­a el diputado de Teruel Existe ha necesitado 19.696 votos para llegar al Congreso, mientras los de Más País, por ejemplo, lo han logrado con 192.352 sufragios cada uno. Esta distorsión del «una persona, un voto», que sobredimen­siona a los ciudadanos de determinad­os territorio­s, se verá aumentada por la irrupción de la España Vaciada, desequilib­rará, aún más, el reparto de escaños y ahondará en el desapego con las institucio­nes: las Cámaras se parecerán cada vez menos al país que representa­n. Y aquí nos topamos con el segundo de los asuntos pendientes, el del papel del Senado. Si no se le termina de dar el carácter territoria­l que le otorga la Constituci­ón, la fuerza de los hechos se lo atribuirá al Congreso que correrá el riesgo de consolidar­se en una especie de centro o sucursal del «provincial­ismo». Y si añadimos esta preeminenc­ia territoria­l a la que ya existe con los nacionalis­mos regionales, sus tensiones y sus desequilib­rios los resultados pueden ser imprevisib­les. Pero eso lo analizarem­os el próximo sábado.

Con poco más del uno por ciento de los votos lograrían una representa­ción de 14 o 15 escaños

Vuelven las dudas sobre la Ley Electoral y la distorsión de su sistema de reparto

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