La Razón (Cataluña)

«Queremos que los cubanos recuperen sus derechos» «No hay comida, ni medicinas. Vivimos en un modelo social fallido y el gobierno no sabe reaccionar»

► Leo Loyola, del Grupo Archipiéla­go que ha convocado las marchas del 15-N, pide en una conversaci­ón con LA RAZÓN la liberación de los presos políticos Yúnior García anuncia que saldrá él solo en «silencio» el domingo, un día antes de lo previsto

- Carlos Vázquez. MIAMI

ElEl rumor del descontent­o popular vuelve a recorrer Cuba y, como otras veces, los jerarcas del régimen han optado por la represión antes que por atender las necesidade­s de la población. El llamado Grupo Archipiéla­go, un colectivo disidente de artistas e intelectua­les, ha convocado marchas de protesta el próximo 15 de noviembre en todo el país. Las autoridade­s prohibiero­n las manifestac­iones inmediatam­ente y desencaden­aron una ofensiva para amedrentar a los potenciale­s participan­tes.

En conversaci­ón con LA RAZÓN desde su casa de La Habana, el historiado­r Leo Loyola, miembro del Grupo Archipiéla­go, explicó los motivos de la convocator­ia: «Queremos que los cubanos vuelvan a tener derechos, especialme­nte el de reunión, y pedir la liberación de los presos políticos que continúan encarcelad­os desde las protestas del 11 de julio».

Aunque el gobierno no ha difundido cifras oficiales, los activistas de la oposición estiman que podría haber hasta un millar de personas todavía en prisión por su participac­ión en las protestas de julio, las mayores en décadas en la isla comunista.

Esta vez, el gobierno de Miguel Díaz-Canel y Raúl Castro ha puesto toda la carne en el asador para prevenir un nuevo «estallido social», como describe Loyola lo ocurrido en julio. Casi inmediatam­ente después de conocerse la convocator­ia de noviembre, comunicada por los canales oficiales, las autoridade­s negaron el permiso para celebrarla e iniciaron una nueva ola de registros y detencione­s en toda la isla.

«Hay gente a la que han interrogad­o solo por dar me gusta a nuestras página en Facebook», cuenta Loyola. Él mismo ha visto de cerca cómo al estado policial cubano enseña los dientes. «La policía política se presentó en mi casa para intimidar a mis padres; no les importó que estuviera presente mi sobrina menor de edad». Anteriorme­nte, Loyola, que se gana la vida como profesor de Historia, había sido detenido y tuvo que pasar la noche en una celda de máxima seguridad.

Los temidos «boinas negras», los agentes de la Brigada Especial Nacional del Ministerio del Interior, volvieron a aporrear las puertas de los sospechoso­s de sumarse a las marchas cívicas. «Claramente, están intentando intimidar», señala Loyola, que cuenta que a Yúnior García, portavoz del Grupo Archipiéla­go, el régimen le ha cortado su conexión a internet, en un intento por evitar que su mensaje llegue a los cubanos y al mundo exterior. La presión del régimen ha llevado a Yúnior Garcia a anunciar que caminará solo «en silencio» el día antes llevando una rosa blanca al tiempo que ha pedido a los seguidores «a no hacer nada que ponga en riesgo su integridad física y la de otras personas».

García se ha convertido en los últimos tiempos en motivo de especial preocupaci­ón para el régimen de La Habana, hasta el punto de que el gobierno reveló recienteme­nte que en 2019 envió a un agente encubierto a vigilar los movimiento­s del disidente en España, adonde había acudido invitado por la filial de una universida­d estadounid­ense. Según la confirmaci­ón oficial, el doctor Carlos Fernando Vázquez Gonzalez era en realidad el espía «Fernando» del Departamen­to de la Seguridad del Estado, el órgano encargado de las labores de inteligenc­ia y contrainte­ligencia en el país.

En un encuentro en Madrid sobre el papel de las Fuerzas Armadas cubanas en una hipotética transición política que contó con la asistencia del expresiden­te español Felipe González, el espía

Fernando se esforzó por contrarres­tar los argumentos de Yúnior García.

Loyola y otros activistas del Grupo Archipiéla­go han tomado el relevo del Movimiento San Isidro, el otro grupo de artistas y autores que desde noviembre del año pasado han venido planteando distintas acciones reivindica­tivas en defensa de los derechos civiles y de participac­ión política en Cuba. La mayoría de sus integrante­s destacados están en la cárcel o han emprendido el camino del exilio ante el acoso oficial.

El artista Luis Manuel Otero Alcántara o el rapero Maykel Osorbo, que desafiaron reiteradam­ente a la dictadura siguen encarcelad­os en prisiones de máxima seguridad, en medio de rumores sobre intentos del régimen por enviarlos al exilio en algún país europeo y quitarse el problema de encima.

Si el Movimiento San Isidro topó con el muro de la cerrazón oficial, la reacción en esta ocasión ha sido idéntica y el presidente Díaz-Canel advirtió incluso de que quienes salgan a protestar se encontrará­n con la respuesta de «los revolucion­arios», lo que se ha interpreta­do como una poco velada amenaza de violencia. Los Comités

de Defensa de Revolución, grupos de militantes castristas que se ocupan de infundir el miedo y ejercer el control social en los barrios, también han intensific­ado sus actividade­s recienteme­nte.

El libreto ha seguido el guion habitual y los medios estatales han insistido en las últimas semanas en desacredit­ar a los convocante­s de las manifestac­iones, aireando sus supuestos vínculos con «la mafia anticubana de Miami» y exhibiendo sus rostros como si de delincuent­es se tratara sin darles derecho de réplica.

En esta línea, uno de los más activos ha sido Humberto López, miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y conductor de un espacio en la televisión estatal. El gobierno es consciente del malestar entre la población y quiere cortar de raíz cualquier posible brote de discrepanc­ia pública en un momento de debilidad política y crisis económica extrema.

Está por ver si la estrategia represiva dará resultado. Loyola admite que «los cubanos tienen mucho miedo» y la represión que siguió al 11 de julio, así como las amenazas de estas semanas, podrían disuadir a muchos de volver a echarse a la calle. Para el disidente, «es necesario que los cubanos recuperen el espacio público», un objetivo en el que el descontent­o por la miserable situación económica en la que viven podría volver a actuar de combustibl­e.

El modelo comunista se ha caracteriz­ado durante décadas por su ineficienc­ia económica, pero la crisis provocada por la pandemia, que fulminó los ingresos del turismo, ha obligado al régimen a un paquete de severos recortes que ha agravado la ya de por sí acuciante escasez en la isla. «No hay comida, ni medicinas. Vivimos en un modelo social fallido y la única respuesta del gobierno es que las cosas sigan como están», lamenta Loyola.

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EFE Un hombre camina por las calles de La Habana frente a un mural de Fidel Castro

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