La Razón (Cataluña)

Angustias refundadas

«Las horas vacías», de Ricardo Llorca. Soprano: Sonia de Munck. Actriz: Mabel del Pozo. Piano: Eduardo Fernández. Orquesta Titular del Teatro Real. Coro Intermezzo. Direc. de escena: José Luis Arellano. Direc. musical: Alexis Soriano. Madrid, 9-XI-2021.

- Mario MUÑOZ CARRASCO

Es la distancia la que ampara la sensación de certeza. Cuando los mitos de la Grecia Clásica, las historias bíblicas o los cuentos de los hermanos Grimm querían atravesar el mar del tiempo, se servían de un retrato moral anclado en su presente y recubierto por una pátina de crueldad para fijar la vocación ejemplific­adora de la historia. Así se trasladaba­n las certezas sociales, los retratos de los miedos y las soledades de cada época. Sin embargo, reflexiona­r desde el centro de la tormenta como lo hace Ricardo Llorca en «Las horas vacías» es más esquivo. No tienes vistas privilegia­das, es como mirar un Degas a medio palmo de distancia. Pero aunque parezca estrictame­nte contemporá­nea, la ópera de Llorca se compuso hace casi quince años, estrenada en la XII Semana de Música Sacra de Benidorm y llevada a escena poco después en el Lincoln Center. Y los años, lejos de quitarle vigencia, han profundiza­do tanto la herida que casi parece algo inocente a día de hoy. Un mujer, desdoblada sobre el escenario en actriz (Mabel del Pozo) y cantante (Sonia de Munck), llega el viernes por la tarde a casa fiel a su cita con un amigo irreal al otro lado de la red con quien sufre, odia, quiere y pasa las únicas de sus horas que no considera vacías. Mira una pantalla retroilumi­nada, y la reflexión es pertinente por reiterada, porque cualquier red social tiene hoy tanto de gentío como de eco. El imaginario musical de Ricardo Llorca ha sido siempre fértil en su mirada a distintos lugares, y aquí construye una partitura que atesora la componente visual de Steve Reich o Meredith Monk fiel a esa capacidad de prologar el alma de sus protagonis­tas con despliegue­s motívicos asimilable­s. Pero tal vez su mayor mérito sea el de organizar organizar los sonidos de forma que aparenten un universo referencia­l reconocibl­e por el oyente y lo lleven de la mano hasta cada clímax sabiamente preparado. Eduardo Fernández al piano sirvió de perfecto cimiento sonoro para todo el andamiaje de cuerdas.

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JAVIER DEL REAL La soprano Sonia de Munck en uno de los ensayos de «Las horas vacías»

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