La Razón (Cataluña)

MotoGP se queda sin su Peter Pan

► Después de 26 temporadas y 431 carreras, Rossi dice adiós en Valencia con 42 años. Se va el hombre que convirtió el Mundial en un espectácul­o de masas

- José Manuel Martín. MADRID

ValentinoV­alentino Rossi aprovechó su talento y su pasión por las motos para inventarse un País de Nunca Jamás en el que pudiese ser feliz siempre. Una vida de 26 temporadas subido en una moto, ese lugar en el que no podía sucederle nada malo y cumplir años sería sólo una formalidad que no afectaría a su rendimient­o. Pero todo cuento, por muy bonito que sea, se acaba, y el de Valentino terminará este fin de semana en Valencia en cuanto recorra los 108,1 kilómetros de la carrera de Cheste. Después de esas 27 vueltas su Yamaha se convertirá en calabaza y dejará de ser piloto para siempre. MotoGP perderá a su Peter Pan, ese niño que apareció con 20 años recién cumplidos un 31 de marzo de 1996 en Malasia y que nunca quiso hacerse mayor; ahora se va 26 temporadas después convertido en un mito viviente.

Nada será igual ni para él ni para el campeonato, que se queda sin el hombre que convirtió el motociclis­mo en un deporte de masas. El que con su carisma llevó las motos donde nunca habían llegado mediáticam­ente y que enganchó a fans de todas las partes del mundo. Gente que no sabía mucho de este deporte, pero que se quedaba pegada a la pantalla viendo las maravillas del número 46 y que sentía la necesicomp­etencia dad de comprarse una camiseta o una gorra amarilla para formar parte de su legión de seguidores en todos los circuitos.

Sus 9 títulos, 115 victorias, 235 pódiums, 65 poles y 96 vueltas rápidas están ahí en los libros de historia, pero de lo que él se siente más orgulloso es del legado que deja fuera de la pista, capaz de convertir en oro todo lo que tocaba y hacer de su sonrisa la imagen de marca de un campeonato entero. Todos los pilotos que vinieron después lo tuvieron como ídolo en algún momento y los dos últimos campeones de MotoGP, Quartararo y Mir, que por supuesto no habían nacido cuando Rossi debutó, reconocen que todavía hoy Valentino es su inspiració­n y el póster que todos tuvieron en su habitación. Los jóvenes lo veneraban antes de enfrentars­e con él y convertirl­o en enemigo y los mayores le tuvieron siempre todo el respeto. Para Ángel Nieto era algo especial el chico de Tavullia y lo mismo sucede con Agostini, que ya puede estar tranquilo, porque «Il dottore» no le va a quitar su récord de 122 victorias.

Valentino llegó el jueves a Valencia y se encontró con la sorpresa de tener allí las nueve motos con las que salió campeón. Desde las dos Aprilia de 125cc y de 250cc, hasta la Honda de 500cc y las Honda y Yamaha de MotoGP. Faltaba la Ducati, la única marca con la que compitió y no ganó. Todas ellas las tiene en su poder menos las Honda, porque al irse a la no se las quisieron regalar. La Yamaha de 2004, la de su primer título con esa marca, está en su dormitorio y cada mañana cuando se levanta es lo primero que ve. Porque él nació para ir en moto y creció junto a su padre, Graziano, rodeado de los pilotos italianos que triunfaban en la época: Romboni, Cadalora... Nombres míticos que se han quedado pequeños al lado de su enorme palmarés, engrandeci­do por la ilusión y la felicidad que le proporcion­aba competir sobre dos ruedas. Se va con 42 años y a punto de ser padre porque hasta su cuerpo y su mente son finitos. Una vez eligió la banda sonora de «La historia interminab­le» como el hilo musical de su carrera deportiva, y aunque ahora todo se acabe, siente que no quiere cambiar de canción. «Mi sueño era convertirm­e en campeón del mundo de MotoGP y lo he conseguido», decía, convencido de que por mucho que las emociones sean fuertes estos días no va a llorar, ni siquiera cuando cruce la meta por última vez. «Suelo reír más que llorar, es mi talante, espero no llorar», reconocía en Valencia, donde ya llega con la nueva situación muy asumida. «El momento más feo ya lo pasé hace meses», añadía en referencia a este verano, cuando tuvo que tomar la decisión de retirarse al darse cuenta de que no era tan competitiv­o como para seguir un año más. Este tiempo desde que anunció que se iba le ha servido para mirar con un poco de perspectiv­a y darse cuenta de todo lo que ha conseguido. «Que MotoGP se haya hecho más grande y conocido en el mundo gracias a mí es lo que me enorgullec­e», admite satisfecho a pesar de no haber llegado a esa décima corona que suponía redondear de manera perfecta su palmarés. Se quedó en los nueve títulos, en esa especie de maldición del 9, porque en MotoGP se detuvo en los 199 podios y en las 89 victorias. No pudo pasar de ahí, pero a quién le importa si las gradas de los circuitos se tiñen siempre de amarillo en su honor gane o no.

La Yamaha con la que ganó el título en 2004 la tiene en su dormitorio, porque su vida es una moto

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