La importancia de la vacuna de la Covid-19 en los pacientes renales
► La incidencia y gravedad del coronavirus han sido mayores en estas personas
HaceHace unos días, los nefrólogos y los pacientes con enfermedades renales en nuestro país recibimos con gran satisfacción la aprobación del Ministerio de Sanidad para que se comenzara a administrar la tercera dosis de la vacuna de la Covid-19 a las personas del grupo 7 de la Estrategia de Vacunación, un grupo de pacientes de alto riesgo entre los que se incluyen los pacientes renales. En concreto, se aprobó la aplicación de esta dosis en las personas en tratamiento de diálisis (hemodiálisis o diálisis peritoneal), sumándose así a la autorización ya anterior para los pacientes inmunodeprimidos y trasplantados, entre los que se incluían los de riñón.
Desde la Sociedad Española de Nefrología (SEN) veníamos reclamando que era necesario ampliar esta acción a todas las personas con enfermedad renal crónica (ERC) en tratamiento renal sustitutivo (es decir, diálisis y trasplante), dada su menor respuesta inmunológica al SARS-CoV-2 según han confirmado diversos estudios científicos, y que demuestran, una vez más, que las personas con patologías renales han sido y siguen siendo uno de los colectivos más vulnerables y afectados por este virus.
La incidencia de la infección y su gravedad han sido mucho mayores en las personas con ERC, con una tasa de contagio, que en el caso de las que se encuentran en diálisis o trasplante, ha alcanzado un índice del 9% –más alto que la población en general–, y una tasa de mortalidad del 20% del total de pacientes en TRS contagiados, con un riesgo mayor de infección en los pacientes en hemodiálisis, los más afectados. En total, más 5.600 de personas en diálisis en sus dos modalidades (hemodiálisis y diálisis peritoneal) o trasplantados de riñón se han infectado por Covid-19, y más de mil han fallecido hasta el momento durante la pandemia.
Se trata de cifras que nos deben hacer reflexionar sobre la importancia que la vacuna de la Covid-19 tiene en las personas con enfermedades crónicas, y en especial en las que sufren patologías graves del riñón, como la ERC, que en su mayoría además tienen otros problemas de salud como diabetes o enfermedades cardiovasculares. Con la aplicación de la tercera dosis se permitirá alcanzar una mayor protección frente al virus y aportar una mayor seguridad a nuestros pacientes.
Es una decisión justa y acertada, ya que no ha sido nada fácil para ellos ni para sus familiares o los profesionales de Nefrología que los atienden y tratan. De hecho, han tenido que hacer frente a situaciones complicadas durante la pandemia ante la imposibilidad del distanciamiento social, y la necesidad de desplazarse a los centros sanitarios varias veces a la semana para acudir a las sesiones de diálisis.
Tanto los nefrólogos como los pacientes seguimos abogando porque esta tercera dosis se administre a través de los Servicios de Nefrología de los hospitales y las unidades de diálisis, lo que evitaría sobrecargar a la Atención Primaria en su proceso de vacunación a la población general, y mejoraría el seguimiento de los pacientes por los profesionales que los conocen, y son, en definitiva, los especialistas en su patología. Estamos convencidos que es la mejor manera de protegerlos frente al virus y mejorar su inmunidad y su salud.
Pero más allá de todo ello, esta situación debe hacernos pensar en el futuro de la ERC en nuestro país, y qué medidas se deben establecer para frenar una enfermedad silenciosa que se ha convertido en un grave problema de salud pública, con unas tasas de prevalencia e incidencia que siguen siguen creciendo cada año y que, además tiene un fuerte impacto en la calidad de vida de las personas que lo padecen y sus familiares. Más importante aún, conlleva una elevada mortalidad, que ha aumentado un 30% en la última década, y según el último informe de la Organización Mundial de la Salud, de los 55 millones de muertes que se produjeron en 2019 en el mundo, más de la mitad (el 55%) se deben a diez patologías, entre las cuales se sitúa por primera vez la enfermedad renal.
Es por ello que consideramos fundamental seguir mejorando en la atención y asistencia sanitaria a los pacientes que sufren la ERC, así como en tareas de prevención y diagnóstico precoz, promoviendo estrategias y actuaciones dirigidas a reforzar la Atención Primaria, y a fomentar hábitos de vida saludable, desde la infancia, para así prevenir sus factores de riesgo (tabaco, obesidad, sedentarismo…) y frenar su crecimiento.
«Abogamos porque la tercera dosis se ponga en Nefrología»