Barrer el polvo bajo la alfombra
Humberto Montero
Ya no quedan rincones inexplorados donde la incursión humana tenga signos de epopeya. Las expediciones que antaño eran gestas, odiseas y conquistas propias de dioses hoy son aventuras de saldo en las que no hacen falta astrolabios, sextantes o yelmos relucientes, y al otro lado del horizonte la tierra y el mar han dejado de ser lugares ignotos donde acechan mil peligros. Quizá por ello, y porque el ser humano es tenaz ante el aburrimiento, abunden hoy las incursiones estratosféricas de millonarios en pos de aventuras en la penúltima frontera: la espacial. No dejan de ser las nuevas vacaciones de los ricos, porque mientras Colón, Cortés, Núñez de Balboa o Elcano, entre otros, apenas tenían un 5% de posibilidades de supervivencia cuando salían de correrías a ensanchar el mundo, los Bezos y Branson de hoy saben lo que cenarán en su mansión terrestre nada más subirse al cohete que les dejará orbitando un rato. Sin embargo, aún quedan retos que afrontar aquí abajo. Nuestra supervivencia, sin ir más lejos. Porque es dudoso que haya otro planeta en el que los campos de manzanilla huelan a verano, y la tierra arcillosa desprenda un tarro de mil esencias por el contacto de una simple gota de agua en una tormenta estival.
Como saben, la UE tiene el propósito de reducir un 55% las emisiones de CO2 en 2030. En consecuencia, los socios europeos han alcanzado un consenso por el que, hasta que se logre equilibrar la producción de electricidad, nos costará un ojo de la cara encender la luz o cargar el coche. Pero no solo eso. Toda la industria se verá perjudicada por los altos precios de la energía. Tendremos que producir más caro para dañar menos el planeta.
Por el contrario, la demanda de energía tendrá un efecto perverso: la puesta en marcha de nuevas centrales de carbón, sobre todo en Asia, que aumentarán las emisiones de CO2 a niveles récord, según la Agencia Internacional de la Energía. China, por sí sola, supondrá más de la mitad de consumo adicional en 2022. Otras potencias como EE UU, que disparará su producción de gas natural, Brasil o India, donde los estándares medioambientales van muy por detrás, harán el esfuerzo inverso. De nada sirve barrer el polvo bajo la alfombra. Es hacer el indio.