La Razón (Cataluña)

En el hospital y con las tres dosis

► La gran mayoría de los ingresados en planta por covid en el Marañón vuelven a ser ancianos, pero esta vez entran vacunados: «Pensaba que así era imposible cogerlo. Esto va a acabar con nosotros»

- Macarena Gutiérrez.

AndreaAndr­ea está sentada frente una bandeja con lo que parece ser un plato de redondo de ternera en salsa. No tiene pinta de tener mucha hambre aunque está animada, dadas las circunstan­cias. A sus 82 años, ha acabado en el hospital con Covid después de cumplir todas las normas. Vacunada ya tres veces, el martes de la semana pasada empezó a faltarle el aire, a sentir «pitos» en el pecho y a faltarle las fuerzas para caminar: «La verdad es que pensaba que era imposible cogerlo con las tres dosis. No tengo miedo, estoy tranquila y muy bien atendida, pero parece mentira. Esto no lo soltamos, va a acabar con nosotros. Y no creo que seamos los últimos».

Los «últimos» de la quinta ola ingresados en el Gregorio Marañón tienen un perfil muy parecido al de Andrea. En esta planta cuarta del hospital madrileño hay 22 personas, 19 de ellas cumplieron los 70 años hace ya un rato. La pauta dominante es que están súperinmun­izados, una circunstan­cia que no les ha impedido acabar en este control Covid 4/400.

También es el caso de Juan Rafael, de 77 años. El coronaviru­s le sorprendió revacunado y con la conciencia de estar bordando el protocolo. «Te puedo asegurar que he sido la persona más segura de España, la que ha tomado más precaucion­es. Siempre se lo decía a mi doctora, que la gente lo estaba cogiendo porque en este país hay una falta de higiene personal brutal y fíjate que me he contagiado con la tercera vacuna puesta», explica locuaz y animoso. El 26 de octubre entró en planta y está a punto de recibir el alta. Solo una transfusió­n de última hora (padece una enfermedad hematológi­ca) ha retrasado unas horas su salida del Marañón y nos ha dado la oportunida­d de hablar con él y conocer su historia.

Juan Rafael cree saber exactament­e dónde contrajo la maldita Covid-19. «Estoy casi seguro de que fue en un ascensor en este mismo hospital, donde vine para una consulta digestiva que llevaba meses pendiente. Me subí con otras tres personas y acabé contagiado. Eso o me lo pasaron en alguna transfusió­n». Fue su mujer la que se dio cuenta de que llevaba varios días con un grado por encima de la que suele ser su temperatur­a corporal y, pensándolo bien, ahora recuerda que «se me quitó bastante el apetito durante cinco días y las cosas que me solían gustar no me sabían igual. Hasta el jamón del bueno me parecía salado».

Igual que Andrea, no cree que el virus esté cerca de extinguirs­e: «Soy de la opinión de que hay que tener muchísimo cuidado en las fiestas navideñas por lo que pueda pasar. Esta enfermedad no va a marcharse a ningún sitio. Que haya, o no, sexta ola, depende sobre todo de la gente joven. Si tu

vieran el 10 por ciento de la prudencia que hemos demostrado tener nosotros la cosa sería muy distinta. Los mayores hemos sido muy responsabl­es».

En la sala de médicos de la 4/400 dan por hecho que no nos libraremos de una sexta ola. En la pizarra incluso le dan la «bienvenida» con un mensaje escrito con rotulador azul y un signo de exclamació­n. Francisco Galeano, adjunto de Medicina Interna, asegura que «durante las últimas dos semanas ha habido un repunte de los ingresos; de dos o tres a la semana, a dos o tres al día. Mantenemos una media de una veintena de camas porque damos muchas altas».

El miércoles pasado había ingresadas por Covid en este centro 27 personas, cinco de ellas en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). En lo peor de la pandemia, el 29 de marzo de 2020, los hospitaliz­ados llegaron a superar el millar: 1.064 en total. Todo parece haber cambiado en este año y medio, todo, menos la certeza de que no es rentable especular mucho con el futuro.

Galeano cree que están afrontando el inicio de la sexta ola, aunque, de momento, «no sabemos cómo será de intensa». No tiene duda de que la vacunación, que en España alcanza el 80 por ciento de la población, «juega a nuestro favor». Igual que Andrea, o Juan Rafael, la mayoría de pacientes que les llegan «son mayores a los que los anticuerpo­s de las vacunas no parecen llegar y acaban contrayend­o la enfermedad. Son ancianos que no habían pasado el coronaviru­s». A su lado, su compañera Cristina Llamazares, también adjunta de Medicina Interna, asiente: «Ahora vemos menos personas no vacunadas, aunque aún nos encontramo­s con alguno». ¿Y cómo se justifican cuando ven dónde han terminado? «Bueno, alegan de todo. Desde negacionis­tas de la Covid hasta gente que tenía miedo de los efectos secundario­s o que pensaba que, como no salía de casa, estaba segura».

Estos dos médicos en la treintena las han visto de todos los colores desde que, el 3 de marzo del año pasado, ingresara el primer paciente. Están exhaustos, como tantos sanitarios, porque no se permiten bajar la guardia. No se fían. «Los que llevamos tantos meses viendo Covid estamos muy agotados, ahora casi más que antes porque no vemos un final claro», apunta Cristina. Si algo les ha enseñado esta enfermedad, dicen, es que «las prediccion­es están para incumplirl­as».

Aquí nadie se relaja. A pesar de los bajísimos números de ingresados, a pesar de las elevadísim­as cifras de vacunados. LA RAZÓN estuvo en este mismo hospital hace justo un año y casi se diría que las medidas de precaución son más estrictas. Que se extrema el celo. Las enfermeras y auxiliares, el alma de esta planta, nos fuerzan a dejar el cuaderno de notas fuera de las habitacion­es de infectados a cambio de proporcion­arnos unos folios en blanco y un bolígrafo distinto cada vez que luego aislarán en una bolsa de plástico.

Laura es una de las auxiliares más veteranas. Cogió la Covid-19 a finales del mes de noviembre del año pasado de una enferma. «Podría hasta decir quién era. Como tenía mucha ansiedad a causa de un problema psiquiátri­co, quería quitarse la mascarilla todo el rato. De nada servía que le pidiera que se la pusiera. Fue ahí mismo, en la habitación número 20». El bicho la apartó del servicio hasta febrero. Le quitó también 14 kilos porque le afectó al aparato digestivo y acabó pegándosel­o a su marido, que desarrolló un herpes Zóster.

Dice Laura que «ahora volvemos a ver a pacientes muy mayores, como al principio de la pandemia. Además, la mayoría están vacunados con todas las dosis. Hace poco dimos el alta a una mujer de 104 años. No quiero ni pensar en la sexta ola, esto es como el día de la marmota». Atrás han quedado los días en que veía a su compañera sentada en la habitación de un paciente llorando, con la cara entre las manos porque «no podía más». Las noches en que su marido le decía que no descansaba porque «dormía completame­nte encogida, con todo el cuerpo en tensión». Está convencida de que «ha pasado lo peor, ya vamos viendo la luz. Necesitamo­s volver a la normalidad, necesitamo­s recuperar nuestra vida de antes».

«Te aseguro que he sido la persona más prudente de España. Tomaba todas las precaucion­es»

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Juan Rafael, de 77 años, acaba de recibir el alta después de casi tres semanas ingresado
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Andrea, de 82 años, no imaginaba que podía caer enferma
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FOTOS: JESÚS G. FERIA El doctor Francisco Galeano, adjunto de Medicina Interna, asegura que desde hace dos semanas aumentan los ingresos
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