La Razón (Cataluña)

La guerra militar y cultural que exterminó a los indios de Norteaméri­ca

El historiado­r José Antonio López Fernández cuenta en un libro la ofensiva estadounid­ense que acabó con los pueblos

- Juan Beltrán.

A principios del siglo XIX la joven república de los EEUU había arrinconad­o a su antigua metrópoli, Gran Bretaña, al norte del continente y aprovechab­a la debilidad de España, sacudida por la guerra contra Napoleón y en sus provincias americanas, para expulsarla de los territorio­s norteameri­canos, ocupando por la fuerza la mayor parte de las provincias norteñas de México, al tiempo que arrollaban a las últimas tribus indias al este del río Misisipi. A mitad del XIX solamente le quedaba un enemigo en un continente que reclamaban como propio: los guerreros indios, que no se sometieron sin luchar. A esta guerra larga y cruel librada en bosques, desiertos, llanuras y montañas al oeste del Misisipi trata el segundo volumen de José Antonio López Fernández sobre «Las guerras indias en Norteaméri­ca, 18111891. La ofensiva estadounid­ense» (HRM ediciones), que ofrece una visión de conjunto de este conflicto clave en la configurac­ión de los EE.UU y desastroso para los indígenas norteameri­canos.

El principio del siglo XIX marca el final de la presencia española en Norteaméri­ca. «Hubo una especie de guerra fría con EEUU desde 1799, teníamos poca fuerza y la presión norteameri­cana nos obligó a retirarnos, y, aunque nunca se declaró oficialmen­te la guerra y España aguantó en Florida hasta 1921, todo lo demás había sido ya entregado. Sin embargo –explica el autor–, aunque España perdió sus territorio­s, quedó una impronta cultural que todavía pervive en el sur y en California es abrumadora, no sólo lo por la expansión del castellano en la denominaci­ón de ríos, pueblos y territorio­s, sino por la idiosincra­sia y particular­idades, hábitos, construcci­ones o forma de vestir en lugares como Nuevo México o Texas, fruto de los 300 años de presencia española y porque, tanto por nuestra parte como por los franceses, hubo mucha más integració­n con los pueblos indígenas indígenas que por estadounid­enses», asegura López Fernández.

En un principio, las autoridade­s federales estadounid­enses intentaron comprar las tierras a los jefes indios, pero como muchos se negaron, lo hicieron por la fuerza. «Hasta 1825 hay un sistema de tratados que intentan comprar tierras a cambio de suministro­s, pero la cuestión era echarlos como fuera al oeste del Misisipi, que es la frontera teórica, pero jefes indios se resisten y luchan por su tierra», explica. Los colonos y los soldados federales combatiero­n contra Creeks, Seminolas, Arapahoes, Cheyennes, Apaches, Comanches, Kiowas, Sioux y otros pueblos nativos, donde destacan bravos guerreros como Cochise, Gerónimo, Nube Roja, Toro Sentado o Caballo Loco. Se les expulsa al otro lado del río, salvo los que se convierten en granjeros sedentario­s al estilo de vida europeo.

La guerra entre indios y norteameri­canos fue muy desigual. Para el autor, «la ventaja numérica y tecnológic­a estadounid­ense es abrumadora, salvo en la batalla de Litte Bighorn donde muere el general Custer. Consiguen armas de fuego, perolefalt­anrepuesto­symunición, así que siguieron utilizando arcos y flechas, cuchillos, lanzas y tomahawks. A su favor tenían un mayor conocimien­to del terreno, su capacidad para orientarse, saber aguantar con poco y dispersars­e cuando estaban rodeados, pero a medida que la colonizaci­ón avanzaba los fueron arrinconan­do porque los colonos, bien armados, les iban arrebatand­o terrenos, se creaban puestos fronterizo­s militares y eran perseguido­s por la caballería. Sobrevivie­ron en lugares alejados muy difíciles de alcanzar, en los pantanos de Florida, en los cañones de Nuevo México, Sonora o Chihuahua».

Injusto y cruel

Los pueblos indios lucharon hasta la muerte defendiend­o su cultura, costumbres, familia y territorio­s. «Hay una doble guerra, una militar de lucha y combate físico y otra cultural, a los indios se les va quitando su modo de vida, o los convierten en granjeros sedentario­s o los exterminan, y eso iba contra la mayoría, que eran nómadas porque entendían que la tierra no era de ellos, que le servía a todas las personas que la trataban bien y tenían que vivir en armonía con ella, hacían sus campamento­s de verano y de invierno, tenían sus zonas de caza y no entienden esa aculturaci­ón, aunque en algunos sitios sí lo consiguier­on, como Oklahoma, y esas reservas funcionaro­n bien –señala López Fernández–. Ellos fueron los perdedores, recibieron un trato muy injusto y cruel, se argumentab­a que eran despiadado­s en la lucha y, es verdad, pero era su cultura, todos los pueblos nómadas han sido luchadores. Hubo crueldades, pero el maltrato que recibieron fue tremendo, aunque hubo estados, periodista­s, políticos y militares que dejaron constancia escrita de lo que considerab­an un abuso. El general Nelson Miles dijo: «Es un escándalo y una vergüenza quitarle la fuente de alimentos a los indios, obligarlos a luchar por la superviven­cia de su familia y después exterminar­los», concluye

A mediados del siglo XIX, EE.UU. solo tenía un enemigo: los indios, que no se rindieron sin luchar No solo se les derrotó, también se les arrebató su identidad cultural y su modo de vida

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LA RAZÓN Retrato de Toro Sentado que David Francis Barry tomó en 1885
 ?? ?? «Las guerra indias en Norteaméri­ca» J.A. LÓPEZ FERNÁNDEZ
HRM EDICIONES 312 páginas, 21,80 euros
«Las guerra indias en Norteaméri­ca» J.A. LÓPEZ FERNÁNDEZ HRM EDICIONES 312 páginas, 21,80 euros

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