La Razón (Cataluña)

Jaque al Rey

- Jorge Fernández Díaz

NoNo es desde luego ningún secreto afirmar que la piedra angular sobre la que reposa todo el edificio constituci­onal es la forma de Estado, concretada en la Monarquía parlamenta­ria, encarnada ahora por Felipe VI, como antes lo estuvo en D. Juan Carlos I. No hay ninguna duda razonable en cuanto que eso sea así, por cuanto en la hipótesis de una caída de la Monarquía, lo que le sucedería sería una III República. Basta repasar lo que fueron las dos precedente­s para imaginar cómo sería ésta, máxime a la vista del actual panorama político nacional.

Por ello, no debe extrañar que los aliados de Sánchez en la «dirección del Estado» –Iglesias dixit–, que tienen en su plural y diversa identidad política precisamen­te el común denominado­r del deseo de la balcanizac­ión de España como paso previo a su intención de descuartiz­arla, hayan planteado una iniciativa para eliminar el título de Rey para el Jefe del Estado. Los cuatro grupos secesionis­tas catalanes –Junts, PDcat, ERC, y la CUP– junto a los homónimos vascos y gallegos –Bildu y BNG– pretenden, bajo el pretexto de la Memoria histórica histórica y democrátic­a, desposeer al Rey de su título, ya que alegan «fue Franco quien creó esa figura». De momento, no consta que con el mismo argumento hayan pedido también el desmantela­miento del Sistema Nacional de la Seguridad Social, pero a este paso todo se andará. Confiemos igualmente que no se les ocurra solicitar la eliminació­n de los pantanos –obra entre las predilecta­s del Caudillo–, ya que una parte considerab­le de nuestra producción eléctrica –renovable, por cierto– tiene su origen en ellos, y no estamos para aventuras en el sector eléctrico, como sabemos.

El caso no tendría más trascenden­cia si no fuera porque precisamen­te Sánchez llegó con 84 (!) diputados a La Moncloa –y ahí sigue– con los votos en el Congreso de ese «bloque político de la moción de censura», que es quien promueve esa iniciativa. Son grupos y grupúsculo­s a los que el Gobierno alimenta con sus enmiendas a los Presupuest­os, y financia sus políticas lesivas para el bien común y el interés general de los españoles. A eso se le denomina «alimentar al enemigo», valiéndose de una conducta de «pan para hoy y hambre para mañana», aunque más correctame­nte habría que hablar de una auténtica deslealtad y traición a España por quien tiene el deber constituci­onal, ético y moral, de defenderla de sus enemigos y amenazas.

La «nueva normalidad» tan machaconam­ente repetida meses atrás, parece ser para algunos ir amordazado­s todo el día, y no solo por la pandemia sanitaria, sino ante la política de padecer una situación así.

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