Macklowe y la emoción del dinero
«Crisis?«Crisis? What Crisis?». El mercado del arte parece haber hecho suyo el lema universalizado por Supertramp en su cuarto álbum. Ni el Covid, ni los desorbitados costes energéticos, ni los problemas de transporte y de abastecimiento. Las casas de subastas constituyen un mágico castillo de cristal desde el que sus habitantes contemplan indiferentes los síntomas apocalípticos que se multiplican en el frío mundo del exterior, mientras que, entre sus paredes, alimentan con transferencias de ocho dígitos una orgía que encadena un exceso con otro. El último episodio de este desenfreno lo ha protagonizado la colección Macklowe, que, en subasta celebrada el pasado lunes en Sotheby’s, batió el récord de venta conjunta de obras de un solo propietario en la historia de esta casi tricentenaria multinacional: 570 millones de euros para los 35 lotes que integraban el catálogo de la sesión.
Cierto es que, en el caso de algunos lotes, se jugaba a caballo ganador: Rothko, Giacometti o Pollock constituyen algunos de los autores representados antes de anoche en el salón de subastas de Sotheby’s. Y, por los remates obtenidos para sus obras, no parece osado afirmar que, en términos económicos, invertir en ellos es como hacerlo en oro: se trata de valores seguros, de nichos de negocio óptimos para tiempos de crisis –es decir, para cuando el dinero tiene miedo y se comporta conservadoramente–. La pieza «Nº 7», (1951) de Mark Rothko, alcanzó un precio final de 72,6 millones de euros –la segunda cifra más alta para un cuadro de este artista–. Por su parte, «Le Nez» (1947), de Giacometti se cerró en 69 millones de euros, después de una vertiginosa puja. Y un Pollock de 1951 –el titulado «Number 17»–, escaló hasta los 53,85 millones – superando de este modo los 51,3 millones en los que se remató su «Number 19» (1948), en 2013, en Christie’s–.
Una de las grandes sorpresas la proporcionó Agnes Martin –una de las dos mujeres representadas en la subasta–. Su pintura «Untitled # 44» (1974), superó con creces los 6,17 millones en los que se había estimado el precio más alto de venta, para alcanzar los 9,34 millones. Aunque la cifra todavía queda lejos de los titanes masculinos arriba mencionados, constituye, sin embargo, un indicador bastante fiable de cómo, durante los últimos años, el valor de mercado del arte realizado por artistas mujeres está despegando para vencer la distancia sideral que le separaba del de sus colegas masculinos.
Las subastas representan la élite del mercado del arte. Y, así, ofrecen una imagen distorsionada de su verdadera salud. Los multimillonarios no paran de batir récords en sus pujas, mientras que la mayoría de marchantes y artistas de «clase media» se las ven y se las desean para colocar una pieza. Esta disimetría amenaza con radicalizarse hasta el punto de que lo que sucede dentro de Sotheby’s y Christie’s solo pueda ser contemplado como una burbuja de opulencia en medio de la distopía. La temporada de subastas ha comenzado muy fuerte. Se avecinan grandes emociones.