Al habla con todos los torturados y asesinados por el régimen castrista
Ángel Francisco de Fana y Luis Zúñiga, dos ex prisioneros políticos de la Cuba asesina de Fidel Castro, nos revelan todas las verdades en las que se inspira «Plantados», la película dirigida por Lilo Vilaplana
NacióNació con prisa, con ademán de urgencia, sin apenas gestación, impulsada por una necesidad de cambio apremiante, como consecuencia del mandato al que Batista había sometido al pueblo de Cuba. El surgimiento de la Revolución estuvo arropado por el manto prometedor que acompaña a todos los movimientos que terminan fracasando. «¿Cuál debe ser hoy la preocupación de todo ciudadano? ¿La de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el genio creador? No. El estado de ánimo de todos los artistas debe ser: ¿qué peligros pueden amenazar a la Revolución y qué podemos hacer por ayudarla?», instaba a cuestionarse Fidel Castro en 1961 durante una intervención dirigida a la intelectualidad del país cuya lectura silenciosa ya advertía de la decepcionante deriva posterior. «Ustedes, como creadores, ocúpense de cuidar la Revolución y ya si eso, nos encargaremos nosotros después de gestionar su libertad», decía el dictador. Qué corta fue la supuesta fiesta de la reestructuración igualitaria, qué pronto se disolvió todo lo conseguido con las campañas masivas de alfabetización, qué pronto vino el apagón de todas esas luces parpadeantes que alumbraban un escenario de progreso, y qué poco tardó en transformarse para muchos, para los demócratas, en un auténtico circo de los horrores.
Nivel de dignidad alto
Según Ángel Francisco de Fana, el lugar de donde procedes nunca puede ser una cárcel y Cuba para él y para tantísimos lo fue durante más de veinte años. Este editor de la Revista «Lux», una publicación cultural mensual clandestina cuya distribución estaba, como todo, prohibida, fue inicialmente oficinista en una de las fábricas de calzado femenino más grandes de Cuba y tiempo después administrador de una peletería, cuando sufrió las consecuencias de formar parte del engranaje de esa carpa oscura e intimidatoria en la que se había traducido el régimen castrista, de ese lado incómodo de la Historia. Tiene 81 años, voz de radiofonista (consecuencias de su paso por el programa «La voz del Cid»), una cabeza nevada por el tiempo y una vida marcada por la lucha tras más de 20 años en prisión como «plantado». Todo ello regado con un nivel de dignidad suficiente como para que el cineasta cubano Lilo Vilaplana haya decidido llevar al cine su experiencia y la de tantos otros represaliados políticos y vecinos de celda en «Plantados», cinta que se estrena este viernes. De Fana, en entrevista con este periódico, mira dentro de sus recuerdos cuando le preguntamos por la detonación de su desencanto ideológico con la llamada Revolución. «Fue en el mismo año de 1959, cuando empezaron los atentados contra la Prensa. Todavía no habían intervenido los periódicos, seguían siendo privados, pero tú hacías un reportaje y decías lo que considerabas o incluso hablabas sobre temas informativos, y entonces el dirigente comunista de ese periódico obrero ponía una coletilla en donde se podía leer: “Esto que está diciendo es mentira”, y eso ocurría nacionalmente en todos los periódicos», señala antes de proseguir: «Después llegaron a intervenirlos, ya no eran privados. Mira, encarcelaban y censuraban a personas incluso afines al régimen. Yo tengo un amigo que se llama Luis Conte Agüero, tiene noventa y tantos años y era íntimo amigo de Fidel, pertenecía al partido y era una figura nacional de la radio. Fidel Castro empezó a acusarle públicamente de ser un agente de la CIA. En ese momento yo dije, esto es comunismo, esto no es revolución y hay que enfrentarse a ello, no solamente negándose a participar sino luchando para eliminarlo».
Algo similar en términos de desengaño experimentó Luis Zúñiga, graduado en contabilidad administrativa, conferenciante y amigo de Ángel Francisco, que en 1973 se fugó de la prisión donde se en
contraba preso desde el 69 y escapó de Cuba cruzando los campos minados que rodean la Base Naval de Estados Unidos en Guantánamo para terminar siendo nuevamente arrestado y condenado a 25 años más.
«Yo era un niño de apenas 11 cuando triunfó la revolución. Mi papá simpatizaba con ella porque estaba en contra de las arbitrariedades y los abusos políticos de Batista. Confiaba en las promesas que había hecho Fidel Castro por la radio clandestina que tenía en la Sierra Maestra sobre que la revolución iba a restaurar la última constitución de Cuba de 1940, que iba a celebrar elecciones en menos de 16 o 18 meses, que iba a eliminar la corrupción. Pero empezó a tomar distancia cuando vio que las promesas que había hecho no se estaban cumpliendo: todo estaba confiscado, todo era propiedad del régimen y solamente existía una sola voz, la de Fidel», explica. Ni siquiera los de su propio partido fueron capaces de tolerar las derivas: «Varios de los que simpatizan actualmente con el régimen están fingiendo adhesión porque es la forma que encontraron para poder desarrollarse en sus vidas intelectual o económicamente. Uno de los mejores ejemplos de esto es el de Carlos Lage, el delfín de Fidel Castro, un joven nacido bajo la revolución de mi misma edad, educado y con estudios, médico y el sustito natural de Fidel. Lo grabaron en una finca hablando pestes del dictador y del régimen y no tardaron nada en apartarlo de todo y relegarlo al arte de la fumigación. Le pusieron a matar mosquitos. Si a ese nivel un Carlos Lage, miembro del buró político y preparado por Fidel para sucederle en el futuro pensaba lo que pensaba del propio Castro, ¿qué puede esperar usted del resto de la población?», plantea Zúñiga.
Para ambos, la condición de «plantados» constituye un sentimiento relativo a la resistencia de incalculable duración, algo que va mucho más allá de un adjetivo, de lo meramente reduccionista de una etiqueta. «Ya lo decía Lenin: “A tu enemigo reedúcalo y si no se reeduca, destrúyelo”. Eso hizo en Cuba Fidel. Entrabas a la prisión y enseguida debían doblegarte. ¿Cómo lo hacían? De dos maneras: físicamente a través de la violencia, los golpes, las torturas, el terror y el hambre, y psicológicamente, vistiéndote la piel de delincuente. Cuando te obligan a ponerte el uniforme ese azul oscuro que usan los presos comunes, ¿qué eres? Un preso común también. De repente te ves vestido igual que el que asesinó, atracó o violó. Te denigran moralmente, es otra forma de destruirte», continúa. De Fana recuerda que solo llevaba 37 días casado cuando le detuvieron, pero, «gracias a Dios, voy a ser un plantado hasta el final de mis días. ¿Por qué? Porque ser plantado es una actitud. ¿A ti te gustaría que te humillaran, que te ofendieran, que te redujeran como ser humano, que te intimidaran? Seguramente no. Eso es exactamente lo que me pasó a mí. En la prisión fui un plantado porque no quería que me humillaran, por defender mis principios, la honra, el honor, a mi pueblo. Mientras yo siga vivo voy a seguir teniendo esos mismos principios. Eso es ser plantado: todo aquel que defiende la libertad de forma digna».
En la prisión fui un “plantado” porque no quería que me humillaran, por defender el honor»
Ángel Francisco de Fana
Pasó 20 años y siete meses en prisión De repente te ves vestido igual que el que mató o el que violó. Te denigran moralmente»
Luis Zúñiga
Fue condenado a 25 años de cárcel