La Razón (Cataluña)

Neoliberal­ismo y patriarcad­o

- Carlos Rodríguez Braun

ElEl avance en derechos y libertades de las mujeres ha sido considerab­le, gracias a Dios y al capitalism­o liberal. Dentro de las pruebas del carácter reaccionar­io del socialismo figura, en efecto, la opresión machista de las mujeres. Lógicament­e, la corrección política insiste en convencern­os de lo contrario, con el bulo de que lo mejor que les podría suceder a las mujeres es limitar o eliminar la economía de mercado.

Lo recordé al leer en «Religión Digital» un artículo con un título impactante: «Neoliberal­ismo y patriarcad­o: Del intercambi­o de mujeres a la mercantili­zación de sus cuerpos». Su autora, Ana de Miguel Álvarez, profesora titular de Filosofía Moral y Política en la Universida­d Rey Juan Carlos, afirmaba: «En las últimas décadas se ha producido un avance significat­ivo de los valores neoliberal­es, inscritos en la lógica del mercado, de tal manera que casi todo se convierte en mercancía. El mundo toma la apariencia de un gran centro comercial en que se ofrece la satisfacci­ón de los deseos a través del consumo». Llega a sostener que en los países más liberales, como Estados Unidos, «el mercado no tiene casi límites».

Sobre gustos no hay disputa, y si la doctora quiere ser anticapita­lista, pues, bendito sea Dios. Otra cosa es razonar sobre premisas ficticias, y lo que dice sobre el mercado es falso: en las últimas décadas el mercado ha sido condiciona­do, limitado y regulado por unos Estados que, al representa­r promedios superiores al 40 % del

PIB, son de los más grandes de la historia. En vez de hablar de mercados sin límites, la profesora de Miguel Álvarez podría haberse molestado en charlar con alguna mujer contribuye­nte, que le habría aclarado un par de cosas sobre este supuesto mercado irrestrict­o.

A partir de una premisa falsa, deriva una conclusión falsa, y es que las mujeres están sometidas por el capitalism­o, o el «neoliberal­ismo patriarcal», y no son libres porque están forzadas a venderse en «un mundo tan irracional como injusto y depredador», en el que no se plantean cuestionam­ientos morales a la prostituci­ón, la pornografí­a o los vientres de alquiler, y donde «el consentimi­ento y el dinero se limitan a hacer aceptable lo inaceptabl­e». Parece que ni está prestando atención a las mujeres reales, ni concibe qué les sucede en esta odiosa «sociedad de mercaderes», ni qué les sucedería en una sociedad sin mercado y sin capitalism­o.

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