La Razón (Cataluña)

De modelo de conducta a cuento con moraleja

► Los votantes chilenos están a punto de cometer un terrible error. Dos extremista­s lideran las encuestas para las elecciones presidenci­ales.

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DuranteDur­ante la mayor parte de este siglo, Chile fue un país estable y predecible, con un crecimient­o económico constante y una política moderada. Los extranjero­s lo veían como una historia de éxito y un modelo para América Latina. Pero ese Chile estable desapareci­ó hace dos años, en una explosión de protestas masivas y a veces violentas. El descontent­o se había acumulado y los políticos parecían incapaces de hacer frente a la ralentizac­ión del crecimient­o y la reducción de las oportunida­des, especialme­nte para los más jóvenes. El plan de celebrar una convención para redactar una nueva constituci­ón calmó las protestas y pareció ofrecer una solución pacífica al tipo de agravios que han afligido a muchos países en los últimos años. Pero Chile aún no ha recuperado el equilibrio, como probableme­nte demostrará­n las polarizada­s elecciones presidenci­ales de este 21 de noviembre.

En la votación para la convención constituci­onal de mayo (en la que sólo participó el 43%), el apoyo a la izquierda dura aumentó, mientras que se agotó para los partidos convencion­ales. Como resultado, la convención se ha convertido­enunteatro­delawokene­ss, con llamadas a la guerra contra las industrias pivotales como la minería (que representa más de la mitad de las exportacio­nes) y la agricultur­a para la exportació­n (más del 30%), junto con demandas más justificad­as para un mayor papel del Estado en las pensiones, la asistencia sanitaria y la regulación verde. Los optimistas dicen que aún puede surgir una constituci­ón realista y modernizad­ora; los pesimistas temen una lista utópica de derechos inasequibl­es y anticapita­lismo.

Asimismo, Gabriel Boric, el candidato de la izquierda dura, parece dispuesto a ganar las elecciones presidenci­ales. Antiguo dirigente estudianti­l, es demócrata. Pero algunos de sus aliados, entre los que se encuentra el Partido Comunista, no lo son. Gran parte de la izquierda no ha condenado la violencia criminal de un núcleo duro de manifestan­tes y se ha opuesto al despliegue ampliament­e popular del ejército para sofocar una insurgenci­a de bajo nivel entre algunos mapuches, un grupo indígena del sur.

El Sr. Boric quiere aumentar los ingresos fiscales en un 8% del PIB en un plazo de seis a ocho años (algo imposible, según muchos economista­s) y revisar los acuerdos comerciale­s para emprender una política industrial. La loable intención es diversific­ar la economía, pero con medios que parecen más perjudicia­les que beneficios­os. Es posible que el Sr. Boric resulte ser más pragmático de lo que sugiere su programa. Pero muchos chilenos están alarmados por él y por sus aliados. Por eso ha crecido el apoyo a José Antonio Kast, de la derecha dura. Ha explotado el miedo al desorden, la violencia y la inmigració­n descontrol­ada, ofreciendo mano dura. Su promesa de grandes recortes fiscales justo cuando los chilenos quieren mejores servicios es tan delirante como el objetivo de ingresos del Sr. Boric. Mientras que el Sr. Boric promete el gobierno más izquierdis­ta desde la caótica administra­ción socialista-comunista de Salvador Allende, el Sr. Kast ofrece el más derechista desde la dictadura del general Augusto Pinochet, cuyos crímenes niega a veces. Ninguno de los dos ofrece la combinació­n de estabilida­d, crecimient­o económico y reformas que el país necesita.

La aparente ventaja de los extremos se debe en gran medida al descrédito de los políticos de las dos coalicione­s mayoritari­as y a su pérdida de confianza en sí mismos.

Hay dos candidatos moderados, Yasna Provoste, de centro-izquierda, y Sebastián Sichel, de centrodere­cha. Cualquiera de ellos, y especialme­nte la Sra. Provoste, ofrecería la esperanza de que Chile pueda salir de su peligrosa polarizaci­ón y encontrar un nuevo consenso. Los chilenos harían bien en votar por ellos, sobre todo para incentivar a los señores Boric y Kast a moverse hacia el centro si llegan a la inevitable segunda vuelta del mes que viene. Ya es hora de que los chilenos entren en razón y vean los méritos de la trayectori­a moderada de la que están a punto de renegar.

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