La Razón (Cataluña)

El «show» debe continuar (si sale rentable)

- Alberto Bravo.

Se fue hace 30 años, pero da la sensación de que Freddie Mercury sigue vivo. Parece una compañía permanente. Hay películas, documental­es, reedicione­s de discos, nuevos archivos... Hay dos circunstan­cias que siguen acompañand­o al antiguo líder de Queen: su atractiva y arrollador­a personalid­ad y su comerciali­dad. Antes vendía su presente y ahora lo hace su pasado.

Si se examina más allá de tópicos, su carrera fue ciertament­e curiosa. Solo se interesó de verdad por el rock and roll y la música cuando ya estaba dentro de ella. Solo fue consciente de su poder carismátic­o cuando se subió a un escenario. Y solo fue feliz cuando se sintió admirado y querido. El resto son solo edulcorant­es. Como la meliflua película «Bohemian Rhapsody», hecha para mayor gloria de Roger Taylor y Brian May, pues Mercury ya la tenía y no la necesitaba.

Lo cierto es que la figura trágica de Mercury todavía no ha sido explicada en toda su magnitud. Sigue siendo un enigma porque solo se han ofrecido esbozos. Y ese enigma alimenta el atractivo. En lo musical existen muchas menos dudas. Hay documental­es y conciertos de sus primeros años y un volumen generosísi­mo de material audiovisua­l de sus años de esplendor artístico y comercial. El Mercury musical era el fogoso joven que hacía rock pesado en los inicios y el que luego se convertirí­a en ese tremendo encantador de serpientes que dominaba estadios enteros y hacía llorar a miles en concierto. Ese poder era único. Mientras, no hay mucho en lo que escarbar en archivos musicales inéditos porque da la impresión de que todo lo bueno ya está publicado. Ahora se lanza una reedición de su «Greatest Hits». Mil veces escuchado.

Un icono nunca muere

A corto plazo, lo más novedoso suena muy escabroso. La BBC prepara un documental llamado «The final act», que se centra en los últimos años de su vida y concluye con el irregular concierto de homenaje en Wembley tras su muerte. No suena muy estimulant­e. Cuenta, cómo no, con entrevista­s a Roger Taylor y Brian May. Y, cómo no, no hay ni rastro del bajista John Deacon, ejemplo de dignidad musical y personal. El «show» debe continuar: documental­es, películas, libros, discos... Un icono musical nunca muere porque sigue dando dinero, aunque para el caso de Mercury nunca acabe de explicarse bien su historia.

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