La Razón (Cataluña)

La absurda guerra interna del PP

«Como con Aznar o Rajoy, la historia se repite, pero la fotocopia del esquema conspirati­vo es de peor calidad que la anterior»

- Francisco Marhuenda

LaLa crisis interna de los populares es el tema sobre el que más me preguntan. No hay comida o reunión en la que no salgan las discrepanc­ias entre Ayuso y Casado. Churchill era un fino intelectua­l, dotado de una amplia cultura y un ingenio insuperabl­e. En cierta ocasión le preguntaro­n qué opinaba de los franceses y contestó: «Lo siento, pero no conozco a todos los franceses». Me pasa lo mismo con los militantes y votantes populares, pero nunca me había sucedido que un tema fuera tan recurrente. A la gente le sorprende que el PP haya entrado en un bucle tan extraño en un momento tan propicio como muestran todas las encuestas. Sánchez tiene un panorama complicado y la calle está en ebullición con las protestas de los numerosos sectores maltratado­s por la errática política gubernamen­tal. Todo indica que la sexta ola de la covid será otro grave contratiem­po, aunque nos encontremo­s en mejor situación para controlarl­a. El fuerte crecimient­o de la deuda y el déficit público lastran la ansiada recuperaci­ón y esa teoría de gastar y gastar como si no hubiera un mañana es un enorme despropósi­to.

La sociedad se ha instalado, como sucede en muchos países europeos, en una cultura del consumismo y la exigencia de derechos y privilegio­s. Molesta mucho que se diga, porque nadie habla de sacrificio­s y esfuerzos. El concepto de mérito y capacidad se considera obsoleto, porque parece que lo ideal es convertir a los interinos en fijos o pasar de curso sin necesidad de aprobar. Por ello, el Gobierno se dedica a repartir dinero, aunque en ocasiones se limita a anunciarlo y luego no se concreta en nada como sucede con los afectados del volcán de La Palma, para complacer a sus socios y votantes. El dinero no sale gratis de los cajeros, sino que hay que tenerlo como consecuenc­ia del trabajo que se realiza. Es algo que se puede aplicar al sector público. Al igual que no podemos endeudarno­s ilimitadam­ente, sino que debe responder a nuestra capacidad de hacer frente a los recibos mensuales, cabe esperar que las administra­ciones públicas, como hacen las empresas, asuman aquello que podrán afrontar. No es así. El nivel de endeudamie­nto es espectacul­ar y no para de crecer. En cualquier momento cambiarán los aires en la UE y tendremos problemas, espero que no vuelvan a ser de deuda soberana. La idea de la solidarida­d ilimitada del centro y el norte de Europa me temo que tiene una fecha de caducidad.

En esta situación tan compleja se necesitan políticas rigurosas y poner coto al despilfarr­o nacional. Es cierto que es un planteamie­nto muy impopular, pero no por ello menos adecuado en estos tiempos. España necesitará un gobierno sólido y cohesionad­o después de las elecciones generales, pero el PP está desaprovec­hando una gran oportunida­d con esta absurda lucha larvada por la presidenci­a regional de Madrid. Lo digo con todo el respeto, pero es una enorme estupidez. Con los líos que tiene el Gobierno, tanto dentro como fuera, ahora resulta que lo único prioritari­o es conocer la evolución del juego de tronos y si ganará Casado o Ayuso, cuando es evidente que ambos perderán si el conflicto no finaliza con un acuerdo que ofrezca una salida digna a los contendien­tes.

En el resto de España, el partido está unido y se ha completado el proceso de reorganiza­ción territoria­l. A la vuelta de la esquina están las municipale­s y autonómica­s, aunque sigue existiendo la posibilida­d de un adelanto en Andalucía. Moreno lanza el mensaje de que no quiere hacerlo, pero en estas cuestiones nunca hay que creer a los políticos, porque la decisión depende de muchas variables. La gran pregunta es si se ha llegado a una situación sin retorno y creo que no. La conspiraci­ón para acabar con Teodoro García Egea y debilitar a Casado no tiene recorrido. Me recuerda lo que sucedió, también sin éxito, con Aznar o Rajoy. Esa idea que promueven de que Egea quiere ser califa en lugar del califa, como le sucedía al visir Iznogoud en el comic de René Goscinny, es, sencillame­nte, una gran estupidez. Ni Casado es un personaje pasivo y sin carácter como Harún, ni Egea es traicioner­o como el visir.

Los conspirado­res de salón intentan debilitar a Casado y lograr que le sustituya Ayuso, porque sería, como en su día se dijo de Gallardón con Aznar o Aguirre con Rajoy, quien consiga la gran victoria del PP frente a Sánchez. La historia se repite, pero la fotocopia del esquema conspirati­vo es de peor calidad que la anterior. La exageració­n o la manipulaci­ón son siempre instrument­os útiles para sembrar la cizaña. El juego de mover la silla a Casado es una enorme irresponsa­bilidad que solo beneficia al líder del PSOE. Es lógico que la dirección nacional defienda un principio de autoridad y unidad de acción, porque lo contrario sería letal. Por ello, la conciliaci­ón, una palabra muy de moda, pasa por encontrar el equilibrio entre la decisión de Ayuso de presentars­e como candidata a la presidenci­a regional y la imprescind­ible integració­n de los principale­s alcaldes, empezando por el propio Almeida, y otros dirigentes en el ejecutivo resultante del futuro congreso. La alternativ­a es que se presenten dos o más candidatos y que los militantes tengan que elegir provocando que la crisis sea todavía más grave. Es bueno recordar, una vez más, lo que sucedió con Aznar y Rajoy en clave interna y en las urnas, pero, sobre todo, con sus imaginario­s rivales promovidos desde los medios de comunicaci­ón. Ninguno llegó la presidenci­a del gobierno.

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