La Razón (Cataluña)

Los trastornos del horario

- Paloma Pedrero

ConCon este cambio de horario otoñal nos anochece encima a las seis de la tarde. Momento de plena vida en el que nos obligan a encender la luz ficticia. Momento en el que parece que se acaba el día y que, sin embargo, queda un largo trecho por apurar.

La vida es corta y la luz un bien para el alma. ¿Por qué de golpe nos roban una hora de ver el cielo azul y las cosas más claras?

Parece que todo empezó con un inventor y político, claro. Allá por 1784 Benjamin Franklin, embajador de los Estados Unidos en Francia, se levantó a las seis para dar su paseo matutino, y le dio por pensar que el sol brillaba ya, mientras que por la tarde la gente tenía que encender velas para seguir trabajando. En una palabra, pensó en la economía y propuso medidas horarias para ahorrar energía. Tuvieron que pasar casi doscientos años para que otro ricachón londinense, al que le gustaba montar a caballo tempranito, hiciera la propuesta de cambiar los horarios.

Sin embargo, no fue hasta la Segunda Guerra Mundial cuando el gobierno de Estados Unidos obligó legalmente a establecer el horario de verano. En España con la la llegada de Franco al poder, y su deseo de alcanzar un mayor contacto con Hitler, se comenzó a utilizar el horario alemán, algo muy cuestionad­o por los expertos patrios.

Que el sol salga una hora antes por la mañana no significa que los trabajador­es entren una hora antes, supone que por la tarde se encenderán las luces una hora antes también. Además, las grandes industrias suelen utilizar luz artificial en sus instalacio­nes. El debate no cesa, pero en lo que sí están de acuerdo los científico­s es que es necesario poner en marcha medidas de ahorro a través de las energías renovables dejando de lado el asunto de los trastornos horarios.

España es un país de sol, fuente de fortaleza. A ver si se iluminan nuestros umbríos gobernante­s y se dan cuenta de que sin salud no hay economía.

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