La Razón (Cataluña)

¿El 15-M de Sánchez?

►El aumento de las movilizaci­ones, que se acerca a niveles no vistos desde la crisis financiera, supone un test de estrés para el Gobierno «más progresist­a de la historia» que está obligado a quedarse al otro lado de la pancarta

- Alejandra Clements

ElEl pasado verano un temor recorría Moncloa. Ya se había consumado la crisis de Gobierno que hizo caer tótems que parecían sagrados, la vacunación empezaba a marcar buen ritmo y se confirmaba la llegada de los ansiados fondos europeos. Todo parecía ir bien. O quizá no tanto. La sombra de un estallido social planeaba por los corrillos previos y posteriore­s a los Consejos de Ministros y la preocupaci­ón se colaba en las conversaci­ones de más alto nivel del Ejecutivo: abiertamen­te se aludía a los «chalecos amarillos» franceses y nadie quería sufrir en primera persona la tortura que acompañó durante semanas a Macron. Tomaba cuerpo la convicción de que las protestas, las exigencias en la calle de distintos colectivos irían aumentando los decibelios a medida que avanzara el otoño. Y como en una especie de ejercicio de profecía autocumpli­da, la tensión social, en efecto, está estallando. A lo largo de la última semana hemos visto barricadas y blindados en Cádiz, a los agricultor­es denunciand­o la «ruina» a la que se enfrentan por la subida de los costes de producción, a funcionari­os de prisiones exigiendo mejora de condicione­s laborales y aumento de salario, a policías y guardias apelando a frenar unos cambios en la Ley de Seguridad que aseguran que les dejarían indefensos en el ejercicio de su labor... y aún no se han activado del todo camioneros y pensionist­as que amagan con endurecer sus movilizaci­ones. La tormenta perfecta. Una confluenci­a de activismo que se convierte en una verdadera prueba de fuego para Pedro Sánchez y el Gobierno de coalición que presume de ser el más progresist­a de nuestra historia y que difícilmen­te puede asumir situarse al otro lado de la pancarta.

Escenario cambiante

El calendario de reivindica­ciones se ha cruzado en el ecuador de la legislatur­a y amenaza con convertirs­e en el punto de inflexión que cambie el guion diseñado por Moncloa. Terminar los cuatro años de mandato con el aval de la recuperaci­óneconómic­a,después de los estragos de una pandemia inesperada, sería el cartel electoral soñado por Sánchez, pero afrontar una tensión social en aumento lo pone cada vez más en peligro. Una situación de protesta y agitación que no se recordaba desde la que propició la Gran Recesión: aquella que iba tumbando gobiernos por el mundo y desestabil­izando democracia­s. El escenario no es el mismo, sin duda, pero la complicaci­ón para los mandatario­s se parece bastante y fuerza a improvisar estrategia­s ante un ambiente cambiante. Y que implica cada vez a más sectores sociales que son, al final, potenciale­s votantes. Además, a esa presión constante de la conflictiv­idad social, se añade un desequilib­rio más (el enésimo) en la frágil situación que atraviesa la coalición. A las discrepanc­ias lógicas que se plantean sobre el modo de afrontar un mismo hecho por dos partidos distintos, se suma aquí que el minoritari­o, Unidas Podemos, enarbola la bandera de las reivindica­ciones y se enfrenta, por tanto, a la dicotomía entre calle y despacho. Como primera muestra ya hemos visto esta semana a Yolanda Díaz cuestionar en público a Fernando Grande Marlaska y las tanquetas desplazada­s a Cádiz. Pero hay una cuestión más profunda: la vicepresid­enta y ministra de Trabajo es el nexo natural con los sindicatos. Su papel va más allá de la mera interlocuc­ión y queda en un casi imposible punto intermedio (algo parecido le ocurrió a Pablo Iglesias, que terminó zanjando la duda con su salida del Gobierno y de la política). La economía, que se ha colado como gran protagonis­ta en el comienzo de la segunda mitad de la legislatur­a, será el medidor perfecto de la salud del Gobierno. Tras el pulso abierto por asuntos como la reforma laboral, las pensiones o el salario mínimo, el «casus belli» que haría saltar por los aires la coalición podría aparecer en la forma de una nueva versión del 15-M. Y quién sabe si hasta contaría con algún caballo de Troya sentado en el mismísimo Consejo de Ministros.

Las protestas alteran el plan del Ejecutivo de «vender» la recuperaci­ón en la legislatur­a

Además abren la enésima brecha, que apunta a definitiva, entre los socios de la coalición

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