La Razón (Cataluña)

El castellano como arma de batalla política

► Los independen­tistas lo utilizan para aunar fuerzas, mientras Sánchez se pone de perfil y Casado reclama un «155 educativo»

- Toni Bolaño. BARCELONA

LaLa inmersión lingüístic­a en Cataluña nació en la década de los 80 para garantizar que los jóvenes llegaran a su edad adulta con el conocimien­to pleno de ambas lenguas. Hoy, este objetivo se mantiene porque las escuelas adaptan las enseñanzas del catalán y del castellano a sus entornos, amparado en la última ley educativa que eliminó el castellano como lengua vehicular. De hecho, los claustros de los centros, que tienen autonomía para adaptar la enseñanza, se amoldan a la realidad de sus zonas geográfica­s aunque ciertament­e está descompens­ada en una discrimina­ción positiva al catalán.

Sin embargo, la realidad bilingüe de la escuela catalana es utilizada como ariete contra el adversario político. El independen­tismo lo azuza asegurando que el catalán ha perdido presencia –la última encuesta oficial dice que solo lo utiliza el 21,4% de los alumnos frente al 67,8% de 2006– y a través de asociacion­es como Plataforma per la Llengüa se utilizan topos para ver quién habla, o quién no, catalán en los patios de los colegios y se ha incrementa­do la presión a comercios, bares y restaupara restaupara obligar a utilizar la lengua catalana con sus clientes. «Si no hablas catalán, márchate», escribiero­n en la entrada de una pizzería hace escasas semanas o se pone en cuestión que la Generalita­t haya contratado a 600 enfermeras y enfermeros porque no hablan la lengua de Pompeu Fabra. Hace unos años, una asociación de intelectua­les firmó, entre ellos la actual presidenta del Parlament, Laura Borràs, el manifiesto Koiné que abogaba que el catalán fuera la única lengua en Cataluña.

En el sector contrario, diversas entidades iniciaron una cruzada contra el bilingüism­o que tras varios fracasos –apenas un centenar de familias pedían la enseñanza en castellano en cada curso– cogió fuerza con la demanda que presentó el ministro Méndez de Vigo en 2015. Tras esta demanda, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña dictaminó que el castellano debería doblar su presencia en las escuelas para situarse en un 25%. Actualment­e, los porcentaje­s varían desde el 12% de primaria hasta el 26% en bachillera­to y un 19% en ESO.

¿Qué significa alcanzar un mínimo del 25%? Significa que en educación primaria con 25 horas lectivas 6,25 deberán ser en castellano y en secundaria con 30 horas lectivas se tendrá que usar el castellano en 7,5 horas. Es decir, además de la asignatura de castellano se deberá usar esta lengua en al menos una asignatura troncal –obligatori­a–. En la mayoría de centros escolares, esta segunda materia suele ser matemática­s e incluso en algunas zonas se estipula una tercera por ser el catalán dominante. Lo hacen los centros en uso de su autonomía para conrantes

figurar los planes de estudio, aunque también en algunos centros los sectores más radicales reducen al castellano únicamente en la asignatura donde se imparte como lengua.

Sin embargo, la sentencia ha sido utilizada por las fuerzas independen­tistas para aunar fuerzas tras la ruptura en la negociació­n de los presupuest­os. «El catalán no se toca», argumentó el presidente Aragonés, sin que en ningún momento mentara el fracaso del inglés que a parte de la clase de este idioma apenas tiene presencia en el currículum escolar. La sentencia salió en el momento en el que ERC sacaba pecho por su pacto lingüístic­o en la Ley del Audiovisua­l que garantizab­a que una de cada cinco películas se realizará en gallego, euskera o catalán, lo que avivó las críticas contra los republican­os que se aprestaron en levantar la bandera a favor del catalán para evitar la erosión de Junts y la CUP. Los primeros molestos por la ruptura independen­tista y los segundos por haber sido expulsados de la mayoría.

El conseller Josep González Cambray envió una carta a los directores de los centros en los que aseguró «no tenéis que hacer ningún cambio en vuestros proyectos lingüístic­os por motivo de la sentencia», una forma de pasar la pelota sobre la ejecución de la sentencia a los directores de los centros. «Si la sentencia no se ejecuta, los directores, como responsabl­es del proyecto educativo de sus respectivo­s centros, tendrán que rendir cuentas antes la Justicia. Y podrán ser multados e incluso inhabilita­dos para ejercer sus funciones ya que son funcionari­os y no pueden desobedece­r un fallo judicial», apuntan desde la organizaci­ón Asamblea por una Escuela Bilingüe.

El líder del PSC, Salvador Illa, se preguntó cual era el problema para ampliar el castellano a una materia troncal, cuando en la mayoría de centros ya se realiza esta actividad y se autoexcluy­ó del cónclave convocado por Aragonés con todas las fuerzas políticas y entidades independen­tistas porque se excluyó a PP, Ciudadanos y VOX. Para el PSC, la inclusión de una segunda materia troncal no supone «ningún riesgo» para el modelo de inversión.

El Gobierno de Pedro Sánchez ha optado por ponerse de perfil aunque Aragonés le exige que apoye en público el proyecto de inmersión lingüístic­a. De momento, la ministra de Justicia se ha refugiado en un «iremos viendo» porque ahora tras el auto del Supremo es el TSJC el que tiene que pedir que la sentencia se ejecute. El líder del PP, Pablo Casado, se ha ofrecido para impulsar un «155 educativo», algo difícil de encajar en el actual ordenamien­to jurídico. Cuando el TSJC emita una orden de ejecución, la Generalita­t tendrá un plazo de diez días para responder y deberá designar un responsabl­e. El Gobierno no parece que solicite su cumplimien­to pero si lo hará la Asamblea de la Escuela Bilingüe. Esta solicitud deberá ser admitida por el TSJC lo que abre una nueva batalla judicial.

La sentencia sirvió de pegamento al soberanism­o después de la ruptura presupuest­aria Cuando el TSJC emita la orden de ejecución, el Govern tendrá diez días para responder

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REUTERS Alumnos de una escuela de Cataluña, durante su horario lectivo en el que estudian en catalán

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