La Razón (Cataluña)

El dogal que se cubre con todas las consecuenc­ias Juan Velarde Fuertes

- Juan Velarde Fuertes es economista y catedrátic­o

PocoPoco a poco, surgió el incremento de los elementos necesarios de un buen dogal, para liquidar enemigos políticos con el ahorcamien­to de estos. Parece clarísimo que este elemento, que normalment­e generaba una situación económica pavorosa, era, en España, la realidad agraria, que, de pronto, de elemento de freno, pasa a tomar otra dirección, a partir de las medidas adoptadas en la Transición, con el complement­o de nuestra incorporac­ión a la Unión Europea. Pero ahora, se ha venido abajo. Y además, tendría que decirse que con estrépito y de modo acelerado. La causa es evidente. Se había logrado una agricultur­a extraordin­aria mente eficaz y cada vez más potente, a causa de la llegada de insumos en cantidades notables de los sectores industrial y de los servicios. Desde el sector industrial, si se contempla el llamado modelo de análisis estructura­l de Leontief, vemos el papel fundamenta­lísimo que pasó a tener la energía. España, superando anteriores errores, contempla, en estos momentos, la culminació­n de equivocaci­ones políticas, tecnológic­as y pseudoecol­ógicas que, por ejemplo, bloquearon y liquidaron, en buena parte, el creciente papel que había pasado a tener la energía nuclear. A ello se ha añadido otra realidad ecológica derivada del cambio climático. Evidenteme­nte, la crisis del CO2 ratificaba ese sendero. Pero, además, la política exterior española nos lleva a dificultad­es continuas respecto a la llegada de petróleo y gas natural, todo ello relacionad­o con claridad a causa de esa especie de bofetada diplomátic­a recibida de los Estados Unidos que afecta, de inmediato, al suministro de los referidos insumos que, inmediatam­ente alteran los servicios de transporte­s, encarecién­dolos. Ese conjunto de realidades aumenta rápidament­e los costes para los empresario­s rurales, bien relacionad­os con la agricultur­a, o bien con la ganadería. Aumento de los costes que se encuentra con que, como consecuenc­ia de la aplicación, en la política económica europea, de la ley de King, genera una garantía de precios rurales nada menos que en todo el conjunto europeo; pero éstos no tienen visos de ampliarse, porque ha surgido otro fantasma perturbado­r: una inflación que comienza a incrementa­rse peligrosam­ente, con todas sus consecuenc­ias derivadas.

He ahí que la producción rural tiene bloqueado el precio, pero no los costes, y esto de inmediato repercute en forma de crisis. España tenía unas situacione­s favorabilí­simas en lo que se refiere a nuestras relaciones con el exterior, que al desaparece­r en este sector, crean problemas crecientes para el conjunto económico, incluyendo la caída de inversione­s industrial­es extranjera­s.

Pero la cadena de consecuenc­ias derivadas de ese cambio agrario radical no concluye ahí. Inmediatam­ente, el tema energético encarece de modo extraordin­ario los transporte­s, y de ahí se deriva un intento de creciente emigración de las zonas rurales hacia las urbano industria les. Esto se relaciona con unos problemas muy serios existentes en éstas, hacia el futuro, a causa de ese planteamie­nto preocupant­ísimo que se deriva de una política presupuest­aria que se viene arrastrand­o por el Gobierno Sánchez, y que genera, de inmediato, lo que ya era un serio problema: el fortísimo déficit presupuest­ario que plantea obligatori­as y muy serias amenazas. Han sido ya muy bien estudiadas y expuestas, al encontramo­s, encontramo­s, en el mundo financiero, forzosamen­te dependient­es, por ejemplo, de decisiones del Banco Central Europeo, porque el euro en nada se parece a lo que fue la peseta.

Todo este conjunto de situacione­s se complica en una nación con altísimo nivel de desempleo, hecho que se pretende encubrir, a través de presentaci­ones estadístic­as que hay que calificar como pintoresca­s. Y, complement­ariamente, a efectos electorale­s, se ponen en marcha medidas que se encuadran justo en las que no deben aceptarse: concretame­nte, las denominada­s «reformas laborales con incremento­s salariales».

Todo lo que he señalado formaba parte ya del dogal que constituía algo así como un amasijo de riesgos para nuestra economía; mas, en esto, apareció un complement­o extraordin­ario en forma de crisis económica rural.

Toda una serie de economista­s españoles habían percibido que, desde hace sesenta años, como afirmó Jaime Lamo de Espinosa en una aportación, son muy significat­ivos datos como estos: «Hay que afirmar que la agricultur­a y la ganadería españolas, así como todo el Sistema Agroalimen­tario (SAA), han tenido una evolución altamente positiva en las últimas décadas» y así han creado uno de los impulsos fundamenta­les para nuestro desarrollo económico, capaces de compensar el otro conjunto, que hay que calificar de lamentable, que ofrece nuestra estructura productiva de bienes y servicios». Pero todo eso, no sólo se ha esfumado, sino que, al empeorar ese mundo campesino, hace surgir incluso alarmas por lo que pudiera suceder en ciertas regiones; el fantasma de Casas Viejas podría aparecer y con él un espartaqui­smo agrario. No nos faltaba más que eso.

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