La guerra de las galaxias
► EE UU, Rusia y China ensayan nuevas tácticas bélicas en el espacio. Ya se han registrado las primeras pugnas
UnUn barco en mitad del Océano Pacífico apunta con un láser de alta potencia a un satélite espía norteamericano, cegando sus sensores y negando a Estados Unidos la posibilidad de tener una visión crítica desde la inmensidad del firmamento. Este es uno de los escenarios que los altos cargos militares y los líderes civiles temen que pueda conducir a una escalada y a un conflicto de mayor alcance, a medida que naciones rivales como China y Rusia intensifican el desarrollo y el despliegue de armamento antisatélite.
Podría decirse que el punto de ignición militar más preocupante del mundo no está en el estrecho de Taiwán, Afganistán, Irak o Ucrania. De hecho, no se puede localizar en ningún mapa de la Tierra, aunque es muy fácil de encontrar. Para comprobarlo, basta con mirar al cielo estrellado, a la tierra de nadie de la órbita terrestre, donde se desarrolla una carrera armamentística en toda regla.
El vacío del espacio exterior podría ser el último lugar donde se esperaría que los militares compitieran por un territorio en disputa, excepto que el espacio exterior ya no está tan vacío. Alrededor de 3.500 satélites activos cubren el mundo en un nido abarrotado de órbitas, proporcionando comunicaciones en todo el planeta, navegación GPS, previsión meteorológica y vigilancia planetaria.
Para los ejércitos que dependen de algunos de esos satélites para la guerra moderna, el espacio se ha convertido en el terreno más elevado, y EE UU ya no es el rey indiscutible. Ahora, cuando China y Rusia tratan de desafiar a Washington en el espacio con sus propios y ambiciosos programas militares espaciales, la lucha de poder corre el riesgo de desencadenar un conflicto que podría paralizar toda la infraestructura espacial del planeta. Y, aunque comience en el exterior, este conflicto podría desencadenar fácilmente una guerra total en la Tierra.
Como si se tratase de la segunda parte de la película «Gravity» de Alfonso Cuarón, el 15 de noviembre, los siete astronautas de la Estación Espacial Internacional recibieron la orden de «refugiarse» en la nave que los había trasladado hasta ese lugar, pues una nube de escombros formada por unos 1.500 objetos les pasó zumbando, a 27.400 km/h en una órbita baja.
La razón no tardó en quedar al descubierto. Rusia había disparado un misil espacial contra uno de sus propios satélites desaparecidos, haciéndolo saltar en pedazos. A esto le siguieron las correspondientes protestas diplomáticas: «Moscú ha demostrado un desprecio deliberado por la seguridad, seguridad, la protección y la estabilidad a largo plazo del dominio espacial para todas las naciones», declaró EE UU. El hecho se produjo tan sólo dos semanas después de que la Primera Comisión de la Asamblea General de la ONU reconociera formalmente el papel vital que el espacio y sus activos desempeñan en los esfuerzos internacionales para evitar los riesgos que las actividades militares en el exterior suponen.
El uso de misiles para derribar satélites se remonta a 1958, cuando Washington emprendió la prueba de cohetes lanzados desde aviones de gran altitud. En la actualidad, EE UU, Rusia, India y China cuentan con capacidades de misiles antisatélite. Pero los lanzados desde tierra no son la única forma de derribar los satélites de la competencia: todas las grandes potencias espaciales están experimentando también con láseres, microondas, satélites de interferencia maniobrables y ciberataques.
De repente, la «guerra espacial» se ha convertido en una obsesión para los países con recursos suficientes para llevarla a cabo. El mundo actual es diferente al previsto por el Tratado del Espacio Exterior de la ONU, firmado en 1967, en el que el espacio era «libre» y los astronautas «enviados de la humanidad». Sin embargo, todavía no hay satélites, que se sepa, armados con armas cinéticas.
Los esfuerzos chinos en el espacio tienen también un carácter cada vez más militar. China cuenta con 412 satélites en el espacio, sólo superada por EE UU (con más de 1.800). Los chinos llevan casi dos décadas realizando pruebas antisatélite, incluyendo misiles y láseres. Han dedicado un esfuerzo considerable a perfeccionar las herramientas cibernéticas ofensivas que pueden ir tras los activos espaciales estadounidenses. También han lanzado más cohetes al espacio que cualquier otro país durante tres años seguidos. Rusia y China se encuentran a años luz de Estados Unidos en el desarrollo de los recursos para destruir o inutilizar los satélites de los que depende el Ejército estadounidense para todas sus actividades, desde la recopilación de información hasta el guiado de bombas de precisión, misiles y aviones no tripulados. A medida que Rusia y China se unan para operar en el cosmos, su cooperación militar y estratégica también aumentará.