La Razón (Cataluña)

La Movida que hoy estaría cancelada por la corrección política

► Javier Menéndez Flores («Madrid sí fue una fiesta») y Sara Morales («Conversaci­ones con Ana Curra») se acercan sin revisionis­mo a aquella época

- R. Argudo/ J. Valdeón.

LaLa Movida trajo una avalancha de rock and roll, pop, punk, siniestro y gótico, nuevos románticos, efluvios latinos, techno, rockabilly, Nuevo Flamenco... De rebote, nutrió el cine, la pintura, la fotografía, el periodismo. Como explicó con lucidez irrompible el periodista Juan Puchades, biógrafo de Peret y editor de esa biblia que son «Cuadernos de Efe Eme», ni fue un movimiento teledirigi­do desde el poder, ni acabó con los cantautore­s (son años comercialm­ente dorados para Serrat, Víctor y Ana, Aute, Perales, Cano, etc.), ni exterminó el rock (ahí están los éxitos de los citados grupos heavy, por no hablar, un suponer, de Miguel Ríos), ni fue un monocultiv­o vanguardis­ta o warholiano (sus relativos éxitos conviven con los de Lolita, Rocío Jurado, Paloma San Basilio, Julio Iglesias, Los Chichos, etc.) y ni siquiera se circunscri­be a Madrid (Siniestro Total y Golpes Bajos en Vigo, Pata Negra y los Mercenario­s y más en Sevilla, o Ilegales en Gijón).

Dos visiones del mito

¿Qué lleva a Sara Morales a escribir sobre Ana Curra, una figura tan fascinante como mal conocida? «La historia de nuestra música que atañe a aquella época», explica, «estaba falta de su testimonio. Se había contado a través de muchísimas voces, habíamos montado la fábula de aquel tiempo en torno a muchos testigos y protagonis­tas que la vivieron directamen­te, fundamenta­les por supuesto, indispensa­bles; pero faltaba su visión para completar el puzzle. Ella fue una de las precursora­s de aquel tiempo de revolución artística, personalid­ad activa en todo aquel movimiento y creadora de bandas y de himnos que han hecho historia. Era necesario que hablara».

En el caso de Menéndez Flores y su vibrante catálogo de símbolos de aquel periodo, comenta que «La Movida es algo que forma parte de nuestra historia reciente y que permanece en el imaginario colectivo como un momento de gran agitación cultural y de enorme creativida­d, por eso es uno de esos temas inagotable­s y altamente seductores para cualquier escritor o periodista. Sucede que puede ser analizada de distinto modo: desde la celebració­n o mitificaci­ón, mitificaci­ón, desde la negación o desde un punto situado entre esos dos extremos. «Madrid sí fue una fiesta» es un ensayo con forma de diccionari­o enciclopéd­ico, pues pensé que de esa forma podía explicar mejor qué fue aquello, quiénes poblaron aquel paisaje, cuáles fueron las costumbres de entonces, los vicios y el clima (cultural, sobre todo, pero también social y político) de esa época».

Cuestionad­a por los tópicos que acompañan el periodo, Morales explica: «A los que les pilló de lejos, o a los que vinimos después en el tiempo o éramos muy pequeños todavía y no tuvimos la oportunipo­r dad de vivir todo aquello, hemos tenido que conformarn­os con su relato para construirn­os una idea de lo que sucedió y cómo lo hizo. Quizá de ahí venga también esa idealizaci­ón de aquella escena por nuestra parte, o que nos hayamos quedado con los hechos y anécdotas que se han contado siempre parte de los de siempre. Por eso, precisamen­te, el relato de Ana Curra era tan necesario. Nos faltaba. Aún así, lo que ocurrió, de eso no hay duda; fue una revolución artística y social brutal, y tiene muchísimo mérito y valor lo que esta camada de “sinvergüen­zas irrepetibl­es” pusieron sobre la mesa a

todos los niveles». Para Menéndez Flores, «lo de posicionar­se como defensores o críticos de la Movida (me) parece una soberana estupidez, porque, por el amor de Dios, no estamos hablando de la Segunda Guerra Mundial ni de la Guerra Civil, caramba. Dicho esto, sí que existe un desconocim­iento acerca de lo que fue la Movida, puesto que la idea que se ha trasladado es la de un ‘‘movimiento’’ elitista y excluyente, compuesto por un grupo de niños de papá díscolos y adictos a la vida frívola y salvaje. Para empezar, la Movida, pese a la paradoja, no fue un movimiento, ya que, a diferencia del arte pop o la ‘‘Nouvelle vague’,’ no existieron un propósito artístico ni una corriente intelectua­l concretos. No hubo planificac­ión alguna, sino que fue un fenómeno, digamos, una atmósfera, totalmente espontáneo. La Movida, en puridad, fue un estallido de libertad; una primavera superlativ­a tras las cuatro décadas de invierno que supuso la dictadura. Y la hicieron los ciudadanos, que ocuparon, como una corriente de agua imparable, los espacios públicos: las calles, los bares, las salas de conciertos… Y entre esa gente estaban los artistas, algunos de los cuales ya venían rodados, mientras que otros emergieron entonces, con propuestas muy diversas. La Movida oficial, la de los ‘‘modernos’,’ fue sólo una rama de un tronco con muchas otras, como los heavies, los flamencos sacrílegos con la tradición, los cantantes del fenómeno fans, los cantautore­s despolitiz­ados, los cantantes melódicos, los cineastas de lo marginal... Todos compartier­on emisoras de radio, programas de televisión e idéntico telón de fondo: Madrid. Esa es, digamos, la parte desmitific­adora de mi libro, ya que, sin dejar de ocuparme de la Movida “canónica”, amplío el perímetro y dibujo un paisaje artístico plural, en el que, como digo, cupieron expresione­s culturales de distinta índole».

La presión cambió de bando

En opinión de la autora de «Conversaci­ones con Ana Curra»: «Como ocurre con todo lo que hace demasiado ruido en esta vida y sienta precedente­s, al mismo tiempo que surgen adeptos y devotos alrededor, surgen críticos y detractore­s. La Movida y todos los que pertenecie­ron a ella, la generaron y la impulsaron, hicieron muchísimo ruido. Pusieron todas las artes del revés, todas las disciplina­s dieron un vuelco, se reconvirti­eron y se revitaliza­ron; y eso a los más puristas y ortodoxos les suele molestar, les incomoda ya sean de izquierdas o de derechas».

Por otro lado, «fueron tiempos de romper con muchos preceptos del pasado para poder seguir avanzando. Se venía de un momento histórico de mucho parón, de miedo, de injusticia­s, de censura, de complejos, de silencio... y romper con todo aquello era una necesidad para poder avanzar como sociedad. No creo que fueran tiempos más libres, de hecho para entonces seguían coleando muchas de las formas del Régimen tanto en el ambiente, como en las institucio­nes y en la calle, entre las personas. Pero sí creo que fueron tiempos de ilusión, empuje y valentía por parte de una sociedad mayoritari­a que tenía ganas de encaminars­e hacia esa libertad, de experiment­ar y de vivir. Los rostros visibles de aquella revolución, y que todos conocemos, son los que apostaron por el arte, la política y demás sectores expuestos al público, pero la cantidad de personas anónimas que apostaron por lo mismo es incontable, casi infinito. Aún así, y espero que no se entienda como una contradicc­ión, pese a todo sí fueron tiempos más tolerantes. Ahora la presión no solo la ejercen los de arriba, también los de al lado, y con un solo clic».

Sostiene Menéndez Flores, versado como testigo de aquella época de esplendor cultural, que «veníamos de donde veníamos, y si en vez de un partido de izquierdas hubiera gobernado un partido conservado­r, ese tsunami de libertad vital y creativa no habría sido posible. En cuanto a aquellos de izquierdas que desdeñan la Movida y la analizan con severidad, es muy fácil, claro, decirlo ahora, desde sus confortabl­es casas, cuando una buena parte de lo que tienen ha sido posible gracias a lo que sucedió entre finales de los setenta y mediados de los ochenta. Lo del revisionis­mo del ayer desde el ahora es algo muy extendido, un vicio de nuestra época. Eso de enjuiciar obras artísticas o hechos históricos con las gafas sin mácula del presente, y que tiene que ver con la corrección política, que es un auténtico horror, y que en los ochenta no existía. Es que ni siquiera estaba en el vocabulari­o de la gente». Y que sí, «desde luego que fueron tiempos más libres. Libérrimos. Antonio Banderas dijo hace poco algo maravillos­o: “En los ochenta Franco estaba más muerto que ahora”. Entonces, la gente, tras muchos años de represión, quería disfrutar el estupefaci­ente momento, beberse la vida, aspirarla. No tenían tiempo para saldar cuentas con el pasado, no les interesaba », se despide, firmando un libro antológico.

«Sin la voz de Ana Curra no se puede entender el relato de la Movida», opina Sara Morales «Banderas tiene razón cuando dice que Franco estaba más muerto antes», cree Menéndez Flores

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La música de Alaska y los Pegamoides (junto con Ana Curra) definió parte de la cultura tras la Transición
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